Había una vez un precioso patito blanco, llamado Blanquito, que vivía en un lago con muchos patitos más. Todos los patitos lucían un precioso plumaje, pero Blanquito era el más bonito de todos. Blanquito lo sabía y por eso se paseaba entre sus compañeros, con la cabeza bien alta, presumiendo de su hermosura.
La gente que visitaba el lago disfrutaba mucho viendo lo bonito que era Blanquito y lo elegante que era cuando nadada. Los otros patos lo miraban con envidia, aunque se olvidaban de ella cuando veían la gran cantidad de comida que echaba la gente al lago cuando iban a ver a Blanquito. Y mientras Blanquito estaba muy ocupado luciendo palmito, los demás comían las migas de pan y las palomitas que los niños arrojaban al agua.
A Blanquito le parecía muy mal que no le guardaran nada, pero como era tan arrogante no les decía nada a los otros patos. En vez de pedirles que le guardaran algo, Blanquito se retiraba a buscar comida por su cuenta. A veces tenía que desviarse mucho, pero no le quedaba más remedio si quería llenar el buche. Después de estar todo un día paseándose Blanquito estaba muy hambriento.
Todo iba bien hasta que un día Blanquito apareció distinto. Sus hermosas plumas blancas se habían teñido de color verde. Pero como Blanquito no se había dado cuenta él se puso a nadar con su estilo presumido de siempre.
-¿Qué es eso verde que viene nadando? -se preguntaban los patitos al verlo llegar.
-¿Será peligroso?
-¡Mirad! ¡Parece un pato!
-¡Sí! Y un pato muy presumido con la misma forma de nadar muy particular. ¿No os resulta familiar?
-Pues ahora que lo dices, un poquito sí… Parece… ¡Se parece a Blanquito!
Cuando Blanquito llegó hasta donde estaban los demás patos, estos empezaron a reírse a carcajadas.
-¿Se puede saber de qué os reís? -preguntó Blanquito.
-¡Jajajaja! -se rieron los otros patos!-. De ese horrible color verde caca con el que has teñido tus maravillosas plumas.
Cuando Blanquito se miró y vio que era cierto. El pobre patito salió huyendo despavorido, dejando atrás a un centenar de patos riéndose a más no poder.
Pero a los patos se les pasó pronto la gracia, pues al no estar Blanquito los visitantes dejaron de interesarse por ellos y de echarles de comer.
-Tenemos que devolverle a Blanquito su color y traerlo de vuelta -dijo uno de los patos.
-Primero tendremos que averiguar qué es lo que le ha pasado.
Los patos se organizaron para buscar a Blanquito. No tardaron mucho en encontrar su escondite.
-Venimos a ayudarte -dijeron los patos.
-Dejadme en paz -dijo Blanquito-. Bastante os habéis reído ya, ¿no os parece?
-Lo sentimos mucho, de verdad- le dijo un pato-. Te necesitamos.
-Ya no os echan de comer, ¿verdad?
Los patos se quedaron callados, sin saber qué decir. Al comprobar que estaba en lo cierto, Blanquito dijo:
-Poco podéis hacer por mí -dijo Blanquito. Y en ese momento un montón de lodo verde cayó sobre los patos visitantes.
-¿Qué es esto? -gritaron los patos.
-Ahora vosotros también sois patos verdes -dijo Blanquito.
En ese momento llegó otro grupo de patos que habían visto lo ocurrido.
-Parece que aquí echan los vertidos de algún tipo de establecimiento humano -dijo uno de los patos m
ás ancianos.
-¡Qué desgracia! -dijeron los patos teñidos de verde.
-Lo arreglaremos. Venid.
Blanquito y los demás patos verdes fueron con los demás.
-Colocaos en el centro -dijo el pato anciano-. Los demás, poneos alrededor y, a mi señal, empezad a agitar las alas muy fuerte. Los del centro, meteos debajo del agua y salid enseguida, una y otra vez.
Con el aleteo y las zambullidas los patos verdes se desprendieron de toda la porquería con la que se habían vestido. A Blanquito le costó un poco más, pero al final consiguió quedar limpio y reluciente.
Blanquito pudo volver a nadar elegante y glamuroso por el lago mientras los demás comían de lo que les echaban los niños. Pero desde entonces los demás patos le guardan una buena porción y lo acogen entre ellos.
Además, los patos, con Blanquito a la cabeza, consiguieron dirigir a un buen grupo de personas hasta el lugar donde se vertían los residuos al lago. Cuando las personas que los siguieron descubrieron aquello no tardaron en conseguir que parasen de verter residuos al lago. Y todos vivieron felices.