La señora Bombonilla tenÃa una pastelerÃa que estaba siempre llena de gente. Sus bombones eran los mejores del mundo y ella, la pastelera más dulce que haya existido jamás.
Todo el mundo la querÃa y siempre encontraba ayuda cuando lo necesitaba.
Por eso, nadie entendió por qué robaron en su pastelerÃa.
—¡Los bombones de la señora Bombonilla han desaparecido! ¡Y los moldes, las máquinas y los ingredientes también! ¡Qué desgracia! —gritaba al gente por la ciudad.
Ese dÃa estaba de vacaciones en la ciudad el inspector Caradurez, un tipo con un gesto muy hosco y pocas ganas de trabajar fuera de su horario laboral.
—Inspector Caradurez, tiene que ayudarnos, por favor —le decÃa la gente al verlo pasar.
—Estoy de vacaciones, no me molesten —decÃa él.
—Si no aparecen lo que ha robado, la señora Bombonilla no podrá hacer bombones nunca más.
—¿Cómo? ¿Es a la señora Bombonilla a la que han robado? ¡Habrase visto! ¡Qué indecencia! Eso hay que solucionarlo. Necesito dos ayudantes.
Menudo caradura el inspector Caradurez, que solo presta ayuda y atención porque le interesa a él. Pero qué le vamos a hacer. Al menos, se puso en marcha.
—Somos los gemelos Tronchi y Monchi, a su servicio, señor.
—Vaya par de mocosos sois vosotros. ¿No hay nadie más… mayor que me pueda ayudar?
—Somos los mejores, señor, y los más interesados en el puesto. Además, ya tenemos una pista.
—Vaya, vaya. Vamos a ver.
Tronchi y Monchi llevaron al inspector Caradurez hasta la pastelerÃa de la señora Bombonilla.
—Mire esas huellas. Son de la misma persona, pero hay algo raro.
El inspector Caradurez examinó las huellas de cerca.
—SÃ, tienen algo raro, pero… ¿qué?
—Son de dos zapatillas distintos, inspector. El ladrón se ha puesto mal el calzado.
—Exacto. Veo que estáis atentos. Ya me habÃa dado cuenta, pero querÃa saber si vosotros también.
Pues eso, un caradura.
—Debemos ocultar esta pista y revisar sin falta a toda la gente, inspector.
—¿Para qué?
—A ver quién se ha calzado mal, con dos zapatillas diferentes. Estamos seguros que son muy parecidas y que, por eso, el ladrón no se ha dado cuenta.
—Sin duda, sois los ayudantes más listos que he tenido. Razonáis casi tan rápido como yo.
Tronchi y Monchi empezaron a mirar a todos los vecinos los pies, pero no encontraron nada.
—Tronchi, ¿te has fijado en que el inspector Caradurez cojea un poco al andar?
—Cierto, es como si llevara un pie más alto que otro.
Tronchi y Monchi miraron los pies del inspector.
—Inspector Caradurez, ¡usted es el ladrón! Sus zapatillas son diferentes. ¡Nos estaba intentando despistar!
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€”No, no, chicos, os equivocáis, yo…
El inspector Caradurez se miró los pies.
—¡Cáspita! Ya decÃa yo que caminaba mal. No me habÃa dado cuenta.
—Devuélalo todo antes de que se entere la gente y no diremos nada. Y se llevará todo el mérito. Pero como vuelva a liarla…
—SÃ, sÃ, chicos, asà lo haré.
Cuando todo volvió a la normalidad, la ciudad le hizo un homenaje al inspector Caradurez. Pero este, a pesar de ser un caradura de primer nivel, no soportó aquello, asà que confesó su fechorÃa ante todos. Pidió perdón y prometió ayudar a la señora Bombonilla siempre que fuera de vacaciones.
Ahora, gracias a la ayuda del inspector Caradurez, la señora Bombonilla puede hacer más bombones, y todos son mucho más felices.
Incluso el inspector Caradurez, que cada vez tiene el gesto más dulce y más amable. Es que lo bueno se pega, y la señora Bombonilla es todo un amor. ¡Como sus bombones!