Como todos los años, los animales del bosque organizaban la carrera de la primavera. Participaban un montón de animales y siempre lo pasaban muy bien. Conejos, ardillas, ratones, pájaros y hasta las hormigas más pequeñas del lugar.
Era un día tan divertido que todo el mundo se apuntaba a la carrera. Además, el ganador era premiado con un gran trofeo lleno de riquísimos pasteles y golosinas.
El ambiente de los preparativos era muy alegre, hasta que supieron que ese año participaría alguien inesperado en la carrera.
Se trataba de Mumú, un murciélago con muy malas pulgas que siempre estaba de mal humor y al que le gustaba molestar al resto de animales. Se creía ser el mejor de todos los animales del bosque y siempre iba fanfarroneando por ahí.
- ¡Se van a enterar! Este año no se van a divertir tanto porque me voy a llevar el trofeo sea como sea.
Cuando todos los animales se enteraron de que Mumú iba a participar en la carrera se sorprendieron mucho. Sabían que Mumú era muy tramposo y que haría alguna de las suyas para ganar.
Bueno, ¡dejémosle que haga lo que quiera! Al final a nosotros lo que nos importa es pasarlo bien.
- No pasa nada si Mumú se lleva el trofeo – comentó uno de los conejos.
Por fin llegó el día y allí se reunieron más de cien animales. Todos participaron amistosamente hasta que llegaron a la meta. Unos llegaron antes y otros llegaron mucho después y allí en la meta estaba Mumú, que había llegado el primero, riéndose de todos.
- ¡Jajaja!¡Pero qué lentos sois!. ¡Aquí llevo yo un rato esperando a que lleguéis! ¡Y, lo mejor de todo, es que me llevo el trofeo! – gritaba Mumú.
Todos sabían que Mumú había hecho trampas, pero a ninguno le importaba perder y no hicieron caso a las burlas de Mumú.
Al año siguiente, volvió a ocurrir lo mismo. Todos los animales participaron amistosamente en la carrera y Mumú volvió a hacer una de las suyas llevándose, injustamente, el trofeo a casa.
Pasaron los años y todos empezaron a estar un poco hartos de Mumú. No era justo que Mumú se llevara el trofeo haciendo trampas. Así que tuvieron una idea.
Ese año no harían una carrera, harían una gymkana en la que tendrían que superar varias pruebas delante de un jurado y conseguir un montón de objetos escondidos. Mumú no podría mentir porque el jurado lo vería todo y tendría que conseguir los objetos escondidos como todos los participantes.
Por fin llegó el gran día y todos los animales se apuntaron a la gymkana. Durante todo el día estuvieron superando pruebas y buscando los objetos escondidos. Se lo pasaron genial, a diferencia de Mumú, que ese día lo tuvo muy difícil para ganar.
Él se creía el mejor de todos, pero en el fondo sabía que no lo era. Lo que era es un tramposo que se las apañaba para salirse siempre con la suya.
Y así se demostró ese día. Fue uno de los ratones más rápidos el que consiguió ganar y Mumú , que no consiguió el trofeo, se lo tomó muy mal. No supo perder y se enfadó mucho.
El ratón ganador, que era muy buen competidor, le dijo dando una lección:
- Deberías darte cuenta de que haciendo trampas no se llega a ningún lado. Se coge antes a un mentiroso que a un cojo. Y también deberías darte cuenta de que lo importante es participar y pasarlo bien.
Mumú vio como el ratón compartió los pasteles y gominolas de su trofeo con todos los animales mientras todos reían comentando la gymkana. Él estaba solo en un rincón, con la cara hasta el suelo y viendo como todos lo pasaban muy bien.
Así que, al final, entendió que era una tontería comportarse como lo hacía y decidió cambiar de actitud para no estar tan solo y poder disfrutar de días tan divertidos como el día de la gymkana de primavera.