Pablo era un niño que siempre quería hacer cosas divertidas. Durante todo el día hacía de todo, pero cuando llegaba la noche nunca quería dormir. Sus papás le regañaban y hacían todo lo posible para que Pablo se durmiera a una hora normal, como todos los niños.
- Pablo, ya te hemos contado dos cuentos y te hemos hecho cosquillitas. Ahora hay que dormir para recuperar energía -le decían.
Pero Pablo no quería dormir y, sin que sus padres se dieran cuenta, se escapaba de la cama y se ponía a jugar con sus juguetes o a leer libros.
Cuando sus papás se daban cuenta, volvían a regañarlo:
- Pablo, ¡a dormir!, ¡Si no descansas no tendrás fuerzas mañana!
Pero Pablo hacía lo que le daba la gana.
La verdad es que Pablo siempre tenía un montón de energía para hacer todo. Jugaba un montón, aprendía muchas cosas en el cole, hacía sus tareas, iba a clases de natación y de inglés y, por la noche, aun seguía teniendo energía.
Día tras día era igual y llegó un momento en el que ni siquiera cerraba los ojos por la noche. ¡Ni siquiera un ratito!
Pero, tras un tiempo, empezaron a pasar cosas raras. Un día, en una de sus clases de natación, organizaron una carrera y Pablo, que era siempre de los mejores, se quedó el último.
- ¡Qué raro! ¡Yo siempre soy muy rápido y hoy nadé muy lento! -pensó.
Otro día, en un examen del colegio, Pablo sacó una mala nota.
- ¡Qué raro! ¡Yo siempre saco buenas notas! ¿Qué habrá pasado? -se preguntaba.
Y así, fueron ocurriendo un montón de cosas parecidas, hasta que un día, pasó algo bastante grave. Pablo estaba jugando un partido de fútbol y, de repente, cayó al suelo. No podía levantarse y mucho menos correr detrás de la pelota.
E
stuvo varios días súper cansado sin poder moverse de la cama y llegó a caer enfermo. Tuvo que ir al médico, cosa que odiaba, y estando allí, el doctor le explicó que si no dormía ni descansaba bien, nunca tendría la energía suficiente:
- Pablo, dormir es tan importante como comer. Si no lo haces, no tendrás fuerza para hacer todas las cosas que tanto te gustan.
Pablo estuvo tanto tiempo enfermo que echaba de menos hacer cosas divertidas y, cuando se recuperó por fin, entendió que día a día, es necesario divertirse, pero igual de necesario es descansar.
Desde entonces, Pablo empezó a hacer todas las cosas divertidas que le gustaban por el día, pero, por la noche...¡a dormir!