HabÃa una vez un gran ogro que viajaba por el mundo buscando un hogar. Pero todos se asustaban tanto al verlo que le tiraban piedras, ponÃan trampas a su paso y se las arreglaban para que no pudiera comer o beber. A pesar de que el ogro no hacÃa daño a nadie, todo el mundo le temÃa y hacÃa lo imposible por asustarlo y dejar claro que no era bienvenido.
AsÃ, el ogro fue de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, sin encontrar un lugar en el que asentarse. DormÃa en los caminos, ocultándose entre los arbustos; o en algún risco, oculto entre las rocas. Algunas veces se deslizaba sigiloso cuando caÃa la noche y se ocultaba en algún pajar o en alguna cuadra abandonada.
Un dÃa, el ogro vio una columna de humo que se alzaba en el horizonte, en medio de un gran bosque. Sin dudarlo un segundo, el ogro fue corriendo hacia allÃ.
A medida que avanzaba, el ogro se cruzó con centenares de animales que corrÃan y volaban en dirección contraria.
Unos le gritaban:
—¡Huye, insensato!
Otros le decÃan:
—¡Estás loco! ¡Márchate!
Pero el ogro seguÃa corriendo hacia el humo, dando grandes zancadas. No tardó mucho en averiguar lo que pasaba: un fuego amenazaba con destruir el bosque.
—Lo que me temÃa —dijo el ogro.
HabÃa que actuar con rapidez o aquel bosque serÃa pasto del fuego. Pero, ¿qué podÃa hacer el gran ogro?
—¡Eh, quita de ahÃ! —gritaron unos humanos desde un gran vehÃculo.
El gran ogro, que nunca habÃa hecho daño a nadie ni habÃa sido grosero con los que se metÃan con él, se acercó despacio.
—Bajad de ahà y dejadme a mà —dijo el ogro.
Los humanos, asustados, se bajaron corriendo del vehÃculo. Era una gran excavadora.
El gran ogro cogió arrancó la parte delantera del vehÃculo, la pala de la excavadora, y empezó a cavar alrededor de los árboles, hasta hacer un gran surco alrededor del fuego.
Los humanos miraban al gran ogro, asombrados. En unos minutos habÃa cavado un cortafuegos.
Pero no era suficiente. HabÃa que contener el fuego. Y los bomberos no habÃan podido llegar aún. Asà que el ogro cargó con la pala de la excavadora y fue corriendo a una laguna cercana a coger agua.
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€”Con eso no apagarás el fuego —le decÃan los humanos.
Pero el ogro no usó el agua para lanzarla contra el fuego, sino para mojar la vegetación tras el cortafuegos. AsÃ, si alguna llama o alguna chispa lograba cruzar llevada por el viento le serÃa mucho más difÃcil prender.
Cuando por fin consiguieron llegar los bomberos con las mangueras y los helicópteros cargados de agua el ogro estaba agotado. Estaba tan cansado que se desplomó y no consiguió levantarse. Pero habÃa contenido el incendio. HabÃa salvado el bosque.
Desde entonces el ogro fue bien recibido en todas partes. Ahora vive feliz en una casa en el bosque, que ha construido el mismo con ayuda de muchos hombres y mujeres agradecidos.
Ahora el ogro es feliz y todo el mundo le quiere.