La juguetería de la calle Siete
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La juguetería de la calle Siete

Edades:
Todas las edades
Valores:
La juguetería de la calle Siete En la calle Siete había un juguetería enorme llena de hermosos juguetes. A todos los niños les encantaba pararse delante de su escaparate a contemplar los peluches, los coches, los muñecos, los juegos de construcción, los disfraces y todo lo que allí había.

Pero la juguetería de la calle Siete no era una juguetería normal. Su dueña era en realidad una bruja malvada que hechizaba los juguetes para que cuando los niños los mirasen a través del cristal, desearan tenerlos de inmediato. Por eso la juguetería de la calle Siete era la que única que vendía juguetes de toda la ciudad, y todas las demás tuvieron que acabar cerrando.

Los niños tenían cada vez más y más juguetes, pero realmente no los deseaban, sino que estaban bajo el hechizo de la bruja y por eso siempre querían más. Los papás de toda la ciudad se estaban volviendo locos. Ya no sabían qué hacer. ¿Qué estaba pasando para que sus hijos quisieran tantas cosas desesperadamente? ¿Por qué siempre querían más? ¿Por qué jugaban con sus juguetes nuevos solo el primer día y luego volvían a pedir otro?

Un día se reunieron todos los papás para intentar solucionar aquella extraña situación. Pero no era fácil. Unos querían tapar el escaparate de la juguetería de la calle Siete, otros querían cerrarle el negocio a la dueña y otros pretendían poner un mercadillo y vender los juguetes para poder seguir comprando nuevos juguetes a sus hijos.

Al final, a alguien se le ocurrió la idea de ir a hablar con la dueña de la juguetería. Y así lo hicieron. Pero la dueña no soltó prenda. Sin embargo quienes fueron a hablar con ella se dieron cuenta de que había algo que ocultaba, pero como no podían colarse en la juguetería por la noche para investigar, porque era ilegal, decidieron quedarse observando desde la calle para ver qué pasaba.

Descubrieron que la dueña limpiaba todos los días el cristal del escaparate con un líquido verde que al evaporarse se quedaba transparente, y que a los niños, al tocar el cristal, les brillaban los ojos durante un segundo, durante el cual el mismo color verde del líquido aparecía en sus pupilas.

- ¡La dueña es una farsante! - dijo uno de los padres que lo había visto todo.

La juguetería de la calle SieteAl día siguiente, la policía entró en la juguetería, lo registró todo de arriba a abajo y encontró a la bruja justo cuando preparaba su poción mágica para los cristales.

Cuando se la llevaron a la cárcel, la juguetería se cerró. Los niños, al principio, estaban muy disgustados, pero poco a poco empezaron a valorar todos los juguetes que tenían en casa y a jugar con ellos.

Durante años no volvió a abrirse una juguetería en la ciudad, así que los propios padres montaron un mercadillo de juguetes en los que los niños intercambiaban los juguetes que tenían para poder jugar con juguetes diferentes. Así, todos los niños aprendieron a ser más agradecidos y a valorar lo que tenían.
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