Lisa era un niña muy simpática y alegre a la que le encantaban los regalos. El problema es que se ponía muy nerviosa cuando veía un paquete y no podía abrirlo, aunque no fuera para ella. Todos a su alrededor lo sabían. Por eso escondían muy bien los regalos antes de entregarlos.
Pero la ansiedad que sentía Lisa era cada vez más grande. Un día descubrió que sus padres escondían los regalos y no paró hasta dar con el escondite secreto. ¡La que se armó! Lisa, presa de los nervios, empezó a abrir los paquetes con una furia propia de un animal salvaje.
Cuando los padres llegaron a casa y descubrieron a su hija en plena faena se quedaron de piedra. Lisa estaba irreconocible. Y los paquetes estaban destrozados.
Al cabo de un rato Lisa volvió a la calma y, al ver aquello, se echó a llorar. Se metió en su habitación y de allí no salió en varias horas.
Los padres de Lisa pensaron que debían hacer algo, así que trazaron un plan. Mandaron hacer una escultura en un material irrompible que fuera capaz de imitar un paquete y lo guardaron bajo llave en un baúl del pasillo.
-Yo lo guardaré -dijo la mamá de Lisa.
-Yo me aseguraré de que Lisa te espía a escondidas y ve lo que haces -dijo el papá.
Cuando Lisa vio que su mamá guardaba un paquete en el baúl empezó a sentir esa sensación de nerviosismo que le recorría el cuerpo cuando descubría un regalo. La niña esperó a que sus padres se fueran y se acercó al baúl para intentar abrirlo.
-¡Está cerrado con llave! -exclamó la niña-. Tengo que conseguir abrirlo.
Lisa buscó por toda la casa la llave del baúl, pero no la encontró en ninguna parte. Así que se sentó al lado del baúl hasta que volvieron sus padres.
-¿Qué haces ahí, Lisa? -le preguntó su madre.
-No me moveré de aquí hasta que abras el baúl -dijo la niña.
-Está bien -dijo su mamá, mientras sacaba la llave y abría el baúl.
Lisa se avalanzó sobre el paquete como una loba sobre su presa. Estaba tan nerviosa que no se dio cuenta que el paquete era de mentira y tiró y tiró intentando arrancar el papel sin éxito. Al cabo de un rato la niña se calmó y se dio por vencida.
-No puedo más -dijo la niña-. Ahí os dejo el paquete. Por cierto, ¿para quién es?
-No es un regalo de verdad, sino un paquete de mentira -dijo su papá-. ¿Estás más tranquila ya?
-Sí, ahora sí -dijo Lisa.
-Pues aquí tienes un regalo real -dijo su mamá.
-¿Por qué? -preguntó Lisa, cogiendo el paquete con cuidado y sosteniéndolo sobre las manos tranquilamente.
-Porque a veces necesitamos buscar una vía de escape para sofocar los nervios -dijo su papá.
-¡Es un juguete blandito con forma de paquete! -dijo Lisa, sorprendida.
-Déjalo a la vista y, cuando lo necesites, intenta abrirlo, como acabas de hacer ahora -dijo su mamá.
Ahora Lisa tiene su paquete de mentira a mano y, cuando está nerviosa, lo intenta abrir hasta que se tranquiliza. Ahora nadie tiene que preocuparse de que Lisa destroce los paquetes ya que, aunque esté intranquila, su paquete de juguete le sirve para tranquilizarse en los peores momentos.