Había una vez un bosque encantado habitado por unos duendes muy traviesos. Cerca del bosque había un pueblo en el que había una fábrica de piruletas. Estas piruletas se comían en todo el mundo, porque estaban hechas siguiendo una receta mágica que gustaba tanto a niños como a mayores de todo el mundo.
A los duendes les encantaba visitar la fábrica de piruletas y ver cómo se hacían. Pero cuando iban a la fábrica no eran capaces de salir sin llevarse unas cuantas piruletas cuando no les veía nadie. Y cada vez se llevaban más y más. Y se pasaban el día comiendo piruletas. ¡Estaban tan buenas!
Los dueños de la fábrica, cansados de los saqueos, hablaron con el Hada Piruleta, que era quien había inventado la receta de las maravillosas piruletas.
El Hada Piruleta les aconsejó lo siguiente:
- Haced unas piruletas con la antigua receta. No empleéis la mía. Veréis qué rápido dejan de venir los duendes a coger piruletas sin permiso.
Los fabricantes de piruletas hicieron lo que les aconsejó el Hada Piruleta. Los duendes enseguida se dieron cuenta de que las piruletas eran distintas, pero no le dieron importancia y siguieron guardándoselas a escondidas en los bolsillos cada vez que iban a la fábrica. Pero poco a poco, los duendes dejaron de ir a visitarla. No porque no quisieran comer piruletas, sino porque cada vez que se comían una, se sentían más muy pesados y les dolía la barriga y las muelas.
Al cabo de unas semanas, los duendes no podían ni moverse. Entonces, el Hada Piruleta les hizo una visita.
- Vaya, duendecillos, veo que os duele mucho la tripa y tenéis los dientes llenos de caries -dijo el Hada Piruleta.
- ¿Qué has hecho con las piruletas? -preguntaron los duendes.
- Absolutamente nada. Simplemente os habéis comido piruletas normales, no las piruletas especiales elaboradas según mi receta mágica -dijo el Hada.
Los duendes la miraron atónitos.
- Espero que hayáis aprendido la lección -continuó diciendo el Hada-. Robar no está bien, y abusar de los dulces tampoco.
- Ayúdanos, por favor. Hemos aprendido la lección -dijeron los duendes.
E
l Hada traída preparada una sorpresa.
- Os daré algo para el dolor de tripa y os daré también algo especial: mi receta mágica de piruletas -dijo el Hada-. A partir de ahora, vosotros mismos haréis vuestras propias piruletas y dejaréis de ir a robarlas a la fábrica del pueblo.
Los duendes le dieron las gracias al Hada Piruleta y se pusieron manos a la obra. Había que encontrar los ingredientes y fabricar las máquinas. Con el trabajo que les dio perdieron todos los kilos que habían acumulado comiendo piruletas.
Cuando empezaron a fabricarlas y se dieron cuenta de todo el trabajo que llevaban, decidieron quedarse con unas pocas y llevar el resto a la fábrica para devolver todas las que se habían llevado.