Había una vez un pirata con pata de palo, mejor dicho, con pata de gato, porque siempre llevaba enredado en ella a su inseparable amigo felino. Por eso, todos le llamaba el pirata Gatopata.
El pirata Gatopata no perdió la pierna en ninguna lucha encarnizada, ni en ninguna pelea por defender su barco. No, el pirata Gatopata perdió la pierna por salvar a su gato.
El día que el pirata Gatopata se subió al barco con su gato se convirtió en el centro de todas las miradas y también de todas las burlas.
—Los piratas no tienen gatos, tienen loros o monos, pero no gatos —le decían los demás piratas.
Pero aquel pirata no estaba dispuesto a renunciar a su gato, le había acompañado siempre y le había salvado de más de un peligro, dicho sea de paso. Aunque eso es otra historia.
Ese mismo día el barco zarpó. No habían perdido el puerto de vista aún cuando un gran galeón les salió al paso para robarles todo lo que llevaban a bordo: provisiones, mercancías y, por supuesto, un gran tesoro que iban a esconder en alguna isla desierta.
—Entregad lo que tenéis o ateneos a las consecuencias —amenazaron los piratas del gran galeón.
Por toda respuesta, los otros sacaron son espadas. El gato se subió al hombro de su amigo y se puso a la defensiva.
Esto arrancó una gran carcajada por parte de todos e hizo que los piratas del gran galeón cambiasen de opinión, a cambio de llevarse al gato.
E
l forcejo por el gato fue tremendo, hasta que el gato cayó al agua. El pirata se tiró a por él, con la mala suerte de que se enganchó la pierna y se hizo una herida muy grave, tan grave que hubo que amputar la pierna.
El gato no se movió del lado de su amigo y, desde entonces, va siempre con él. Incluso hicieron una pata de palo especial con un soporte para el gato. Fue entonces cuando el pirata se ganó el apodo de pirata Gatopata.
La valentía y la fiereza del pirata y de su gato se vieron recompensadas y, desde entonces, ya nadie se atreve a meterse con ellos. Y son temidos en el mundo entero.
