El príncipe Pitt llevaba años estudiando mapas para poder recorrer la Senda de los cinco bosques sin perderse. Sabía que no podía cometer ningún error porque si lo hacía, nunca llegaría al castillo que había heredado de sus abuelos del norte y que estaba al final de la senda.
Un día soleado decidió que ya estaba preparado y salió desde el sur a realizar su aventura conquistadora. Cuando llegó al primer bosque se encontró con una intensa niebla que no lo dejaba ver y se bajó del caballo. Caminó junto a él cuando se encontró con una rana que le dijo:
- Hola, ¿Qué buscas buen hombre? Vivo en este bosque desde hace 200 años así que podré ayudarte a encontrar lo que buscas.
Pitt no tuvo claro quien era ese extraño ser, así que decidió mentirle:
- Estoy buscando a mi séquito. Me perdí entre tanta niebla y nuestro destino era el segundo bosque. Seguro que me están esperando allí. ¿Me puedes acompañar?
La rana sintió pena por el joven príncipe y lo acompañó.
- Espero que allí esté tu séquito, éste es el primer árbol del segundo bosque. Espero que algún día nos veamos si vuelves.
El príncipe se despidió y caminó despacio para que la rana no pudiera ver que no había nadie en realidad esperándole. Cuando llevaba una hora de caminata empezó a sentir un fuerte dolor en el pie que le impedía caminar así que se sentó en un tronco y se quitó su bota de fieltro. Cuando vio su pie entendió que algo le había picado porque tenía los dedos hinchados y rojos.
En ese instante notó que le tocaban con algo en el hombro y cuando miró vió para su sorpresa que se trataba de una pequeña hada azul.
- ¡Qué sorpresa! ¡Eres una hada!
- Si buen hombre, este bosque es mágico y en él convivimos toda clase de seres mágicos. ¿Quién eres tú?
El Príncipe Pitt prefirió mentir porque pensó que así el hada seguro que lo ayudaría más fácilmente.
- Soy un campesino que viene de pisar uva para hacer vino y tengo el pie dolorido. ¿Me podrías preparar un ungüento mágico para que se cure el pie y así poder continuar buscando trabajo?
- Claro, buen hombre, todo sea porque siga usted su camino si es para trabajar.
El hada hizo un par de movimientos mágicos y consiguió que los dedos rojos retornaran a su color y estuvieran otra vez sanos. El príncipe le dio las gracias sonriente y contento y continuó con su camino.
Cruzó el tercer bosque sin problemas y cuando llegó al cuarto se le aparecieron ante él dos enormes panteras que le mostraban sus afilados dientes. Pitt tenía mucho miedo y pensó que lo devorarían cuando sintió que un sonido extraño salía de detrás de los árboles, las fieras se tranquilizaron y acabaron marchándose. Al acercarse hacia los árboles salió un cazador detrás de ellos.
-
¡De buena le he librado! ¿eh? ¡Hola! Soy Lucanor. Me gusta venir a cazar a este bosque.
- Hola, yo soy Pitt. Muchas gracias, me ha salvado la vida.
- ¡No es nada hombre! ¿Hacia dónde va? Si va hacia el quinto bosque déjeme que le acompañe. No lo conozco todavía.
El príncipe Pitt se asustó, pensó que mentir de nuevo sería lo mejor así que se inventó una excusa rápida y se marchó.
Cuando llegó al quinto bosque empezaron a cerrarse todos los árboles a su alrededor cortándole el paso. Pitt empezó a chillar y una voz en el aire le dijo:
- Príncipe Pitt el bosque te ha puesto muchas pruebas que crees que has superado pero no es así porque en todas has mentido. Solo cuando digas la verdad, llegarás a tu destino.
El Príncipe Pitt tuvo que dar la vuelta hasta su casa. No fue fácil. De hecho le costó años dar con el camino correcto y pasó mucho hambre y frío. Pero si desde luego algo aprendió en su aventura, fue que jamás hay que mentir y que con la verdad siempre se llega mucho más lejos.