Malena se sentía sola. Había cambiado de colegio y en el patio cada vez se encontraba más sola. "Creo que no encajo", se decía todos los días cada vez que mamá le ponía la taza de desayuno delante de ella antes de ir al cole.
Nadie se metía con ella, nadie jugaba con ella, los profesores no le hablaban. Apenas le parecía que existiera.
Pasó la semana y el viernes llegó a casa con la buena noticia de que la tía Noelia vendría a casa y se quedaría hasta el lunes. ¡Qué bien! Ella siempre le contaba cuentos, jugaba con ella y le enseñaba nuevos trucos de magia. Es la hermana pequeña de mamá y eso le encantaba a Malena.
Malena estaba merendando un sándwich cuando sonó el timbre:
-¡Ha llegado! gritó Malena.
La niña se limpió la boca con la servilleta y se fue corriendo sin zapatillas para abrir la puerta. La abrazó fuerte, fuerte hasta que llegó mamá.
-Malena, deja a la tía que vendrá cansada del viaje. ¿Qué tal estás? ¿Te veo muy bien? ¿Y ese sombrero?
La tía Noelia venía de Japón y traía un sombrero rojo cuadrado. Parecía tejido con hilo de oro y hacía giros con vuelo cada vez que se movía.
-¡Hola familia! Ha sido un viaje cansado pero fabuloso. Os tengo que contar un montón de cosas y daros los regalos que os he traído. Son muy especiales, sobre todo el de Malena.
Malena abrió los ojos fascinada. ¡Un regalo de Japón! Noelia habló con toda la familia, cenaron y como Malena ya tenía que irse a la cama le dijo que era el momento de darle su paquete. Malena se sentía nerviosa, le gustaban las sorpresas.
-Aquí tienes Malena espero que te guste.
Su tía Noelia le entregó un paquete cuadrado con un verde muy muy brillante. La niña quitó el papel con cuidado y, de repente, se encontró con una hermosa taza dorada, con espirales azul turquesa y un plato plateado con una textura muy suave. Levantó la taza y le dio la vuelta y para su sorpresa descubrió que había unos ojos dibujados. Estaban cerrados y solo se veían los párpados, tocó las pestañas dibujadas y le pareció una taza simpática.
-Muchas gracias, tía. Es una taza muy especial. Me gusta -dijo Malena.
-Me alegro mucho. Me la dio un mago japonés y me dijo que una vez que la utilizaras la tendrías que usar todos los días a la misma hora.
-¿Ah, sí? Guay. Desayunaré con ella.
Malena le dio un beso y se fue a la cama. El fin de semana pasó entre juegos y paseos familiares. El lunes por la mañana la tía Noelia se tuvo que ir y le dio mucha pena. Le prometió que vendría más a menudo. Era la hora de desayunar y Malena cogió su taza nueva. Era preciosa.
Su madre la dejó en la cocina y cuando estaba sola, de repente, vio cómo los párpados de la taza se abrían. ¡Qué susto! Unos ojos enormes se quedaron mirando para ella. No se movía a la espera de lo que iba a suceder. Entonces, se oyó una voz:
-Hola Malena. ¿Cómo estás? Soy una taza diferente. Ahora seremos amigas y voy a hacer que todos los días empieces un día feliz.
-¡Shh! Habla bajo por favor o vendrán mis papás. ¿Cómo puedes hablar? ¿Cómo puedes estar mirándome con esos ojos tan grandes?
-
Porque soy una taza mágica y quiero que, a partir de ahora, confíes en mí.
-Está bien, pero he de decirte que no tendré un buen día porque en el colegio no tengo amigos.
-¿No tienes amigos? –susurró la taza-. ¿Tú preguntas a los otros niños si puedes jugar?
-La verdad es que no, me da vergüenza.
-Pues será nuestra prueba de hoy. Tendrás que acercarte por lo menos a dos niñas para probar si te dejan jugar.
-¿Seguro? Bueno, voy a intentarlo.
En este momento llegó mamá y la taza cerró nuevamente sus brillantes ojos. Malena cogió su mochila y fue al colegio. Intentó hacer lo que había pactado con su taza mágica. Cuál fue su sorpresa que las niñas le dijeron que sí y estuvieron jugando a las enfermeras con sus muñecos.
¡Qué tonta había sido! Al día siguiente le dio las gracias a su taza y decidió que a partir de ese momento sería mucho mejor contar sus problemas y no sólo a la taza, sino a mamá y al resto de amigos que le rodean, porque esa es la única forma de cambiar las cosas que no te gustan.