Mael siempre llegaba tarde a todos los sitios. Por eso sus padres le regalaron un reloj. Mael estaba muy contento con su reloj, que era la envidia de todos sus amigos.
-Ahora ya no volverás a llegar tarde -le decían todos.
Pero Mael seguía siendo el último en llegar. Antes todo el mundo le regañaba, pero con reloj ya no tenía excusa, así que se enfadaban con él. Pero daba igual, Mael seguía llegando tarde.
A Mael se le ocurrió retrasar su reloj para enseñar a todos la hora cuando llegara, para demostrar así que no llegaba tarde. Así que, cuando estaba a punto de llegar, Mael retrasaba el reloj a la hora que habían quedado y lo enseñaba.
Al principio coló el truco, hasta que un día a Mael se le olvidó volver a poner el reloj en hora en todo el día, con lo que el retraso que se acumuló al día siguiente fue de media hora. Todo el mundo se dio cuenta del truco y Mael se llevó un buen castigo.
Al día siguiente, con el reloj en hora, Mael volvió a llegar tarde a clase y a todas las citas del día. Los padres de Mael llamaron a su hijo para tener una de esas charlas serias.
-No sé por qué os enfadáis tanto conmigo -le dijo un día Mael a su padres-. Yo siempre salgo cinco minutos antes.
-Mael, hijo -le dijo su madre-, pero no a todos los sitios se tarda en llegar solo cinco minutos. Al colegio, por ejemplo, tardas casi diez minutos andando.
Mael puso una alarma diez minutos antes. Al principio funcionó, pero con el tiempo Mael se fue relajando y empezó a caminar más despacio, convencido de que llegaba a tiempo. Antes siempre iba muy deprisa, porque se daba cuenta de que llegaba tarde. Pero ahora.... El caso es que Mael volvió a ser el último en llegar, y encima llegaba tarde.
Una tarde, cuando Mael llegó, se quitó el reloj y lo dejó en su mesita de noche, como siempre, y se fue a merendar, su padres se colaron en su cuarto. Mael los pilló saliendo de allí, pero no dijo nada.
Al día siguiente, Mael llegó puntual a clase nadie se lo creía, ni siquiera él. Mael también llegó puntual a todas las citas del día. Al día siguiente pasó lo mismo, y al siguiente también.
Todo un misterio para todos, incluso para Mael, que estaba haciendo lo mismo de siempre.
Como estaba siendo tan puntual, los padres de Mael le prepararon una pequeña sorpresa para celebrar sus tres días seguidos de puntualidad.
Pero en la fiesta, Mael se dio cuenta de que su reloj no marcaba la misma hora que otros relojes que había por ahí.
-¿Qué pasa aquí? -preguntó Mael.
-Sin que te dieras cuenta -confesó su madre-, adelantamos tu reloj cinco minutos. De esa manera, saldrías cinco minutos antes sin darte cuenta.
-Pues ha funcionado, vaya que sí -dijo Mael.
Desde entonces, Mael lleva el reloj siempre un poco adelantado. Aunque sabe realmente lo que pasa, no ha vuelto a llegar tarde. De hecho, suele llegar un poco antes, porque la satisfacción de llegar puntual le hace sentir muy bien.