El robo de los deseos olvidados
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El robo de los deseos olvidados

Edades:
A partir de 4 años
El robo de los deseos olvidados La plaza del pueblo despertó con un gran alboroto aquella mañana. La Señora Clementina corría de un lado a otro, agitando su pañuelo, con los ojos llenos de preocupación. La Caja de los Deseos Olvidados había desaparecido.

Esteban, el joven detective, ya estaba en marcha. Con su lupa en el bolsillo y su libreta de notas en la mano, observaba cada rincón del lugar donde antes se encontraba la caja.

—Esto no es un robo cualquiera —dijo frunciendo el ceño—. Alguien se ha llevado la caja por una razón.

Sofía y Leo, sus inseparables amigos, se acercaron corriendo.

—¿Alguna pista, detective? —preguntó Leo.

—Solo esto.

Esteban señaló un pequeño papel doblado en el suelo.

Lo desdobló con cuidado y leyó en voz alta:

"Donde los cuentos duermen y el tiempo se esconde, hallarás lo que buscas si sigues los nombres".

—¡La biblioteca antigua! —exclamó Sofía.

Sin perder un minuto, corrieron hasta la vieja biblioteca del pueblo. El lugar olía a libros viejos y misterio. Entre los estantes, encontraron otro papel pegado a un libro titulado Sueños que el viento olvidó.

"Para encontrar lo que fue llevado, busca al hombre del sombrero gastado".

Los tres amigos se miraron.

—El Señor Sombrío —susurró Leo—. Siempre está en el Callejón de los Susurros.

Se dirigieron al callejón, donde las paredes estaban cubiertas de viejas notas y anuncios olvidados. Allí, sentado en un banco, estaba el Señor Sombrío con su gran sombrero y su mirada misteriosa.

—Señor Sombrío —dijo Esteban con firmeza—, sabemos que sabe algo sobre la caja.

El anciano sonrió y sacó otro papel de su bolsillo.

—Siempre me ha gustado un buen misterio —dijo, entregándoselo—. Leed esto.

Esteban leyó:

"Lo que se pierde a veces no es robado, sino buscado por quien quiere recordar su pasado".

Los niños se quedaron en silencio.

—Entonces… —murmuró Sofía—, ¿el ladrón no es realmente un ladrón?

De pronto, Esteban comprendió.

—¡La caja no fue robada por maldad! ¡Alguien la necesitaba para encontrar su propio deseo olvidado!

Con una nueva pista, corrieron hasta el antiguo molino, un lugar donde la gente solía esconder pequeños tesoros de la infancia.

Allí, encontraron a la Señora Clementina. Sostenía la caja con las manos temblorosas.

—Lo siento, niños —susurró—. Antes de cuidar los deseos de todos, yo misma dejé un deseo en esta caja… pero con los años lo olvidé. Al verla cada día, sentí que algo dentro me llamaba. La tomé solo para recordar qué había pedido hace tanto tiempo.

Esteban sonrió.

—Los deseos no deben olvidarse, señora Clementina. ¿Qué decía su deseo?

El robo de los deseos olvidadosLa mujer abrió la caja y sacó un pequeño papel amarillento. Lo leyó en voz baja y, de repente, sus ojos brillaron con emoción.

—Cuando era niña, deseaba abrir una pequeña pastelería —dijo con una sonrisa—, pero la vida me llevó por otro camino.

Los niños se miraron.

—¡Nunca es tarde para hacer un deseo realidad! —exclamó Sofía.

Desde aquel día, la Caja de los Deseos Olvidados volvió a su lugar en la plaza del pueblo. Y unas semanas después, la Señora Clementina abrió una pequeña pastelería con un cartel en la puerta que decía: Aquí los deseos no se olvidan.

Esteban y sus amigos saborearon los mejores dulces, con la satisfacción de haber resuelto otro misterio.

—Un caso más resuelto, detective Esteban —dijo Leo con la boca llena de galletas.

Esteban sonrió.

—Siempre hay misterios por descubrir… y deseos por recordar.
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