Corría el año 1543. Bajo el reinado de Juana I de Castilla, siendo regente su padre, el rey Fernando II de Aragón, Cristóbal Colón emprendía su segundo viaje al Nuevo Mundo. En esta ocasión, Colón iba acompañado de otras personas dispuestas a conocer y conquistar las tierras recién descubiertas. Entre estas personas se encontraba Juan Ponce de León.
En una de estas expediciones, Juan Ponce de León escuchó una curiosa historia mientras paseaba por la playa. Los nativos hablaban de la fuente de la eterna juventud, una fuente mágica de aguas milagrosas que sanaba a los enfermos y devolvía el vigor a los ancianos.
La idea de ser joven para siempre empezó a tomar forma en su mente. Sin duda, ese agua sería un valioso tesoro que le daría poder e influencia.
Juan Ponce de León decidió preguntar a los nativos por esa fuente. Estos le contaron que estaba en el corazón de la tierra de Biminí. Convencido de su existencia, y dispuesto a pasar a la historia, Ponce de León consiguió el permiso real para explorar y colonizar la tierra de Binimí. Tras preparar la expedición, Ponce de León embarcó hacia la tierra de Binimí en marzo de 1513 para tomar posesión de esas tierras en nombre de la Reina. Pero no dijo nada de que iba en busca de la fuente de la eterna juventud.
En abril de 1513 desembarcó Ponce de León a la tierra de Binimí, región a la que llamó Tierra de la Pascua Florida, por coincidir su llegada con el Día de la Resurrección de Jesucristo.
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once de León viajó mucho en los años siguientes, pero nunca dejó de buscar la fuente mágica de la que hablaban las leyendas. Pero el agua milagrosa no aparecía por ninguna parte. Las luchas constantes con los nativos de la recién conquistada Florida no facilitaron la búsqueda.
Años después, en 1521, en el que fuera el último viaje a Florida de Juan Ponce de León, una herida mortal causada por una flecha nativa acabó con su sueño de encontrar la fuente de la eterna juventud, la cual nunca ha sido hallada.