Había una vez un niño llamado Asier que se portaba muy bien. Asier era obediente, tranquilo y cariñoso. Todo el mundo le quería mucho.
Asier tenía un compañero llamado Benjamín que era todo lo contrario. Benjamín era desobediente, muy movido y un poco arisco. Todos le comparaban con Asier y eso no le gustaba nada, así que evitaba hablar y jugar con él.
Un día, Benjamín tropezó por accidente con Asier en el patio y le tiró el almuerzo del recreo. Asier se puso furioso, porque tenía mucha hambre y ese día tenía su chocolatina preferida.
- ¡Eres un bruto! -gritó Asier-. ¡Mira lo que has hecho!
- Lo siento, ha sido un accidente -dijo Benjamín-. Perdóname, por favor. Toma, te doy la mitad de mi bocadillo.
- ¡No quiero tu porquería de bocadillo! -gritó Asier. Y le dio un golpe tan fuerte en la mano que le tiró el bocadillo al suelo.
- Así aprenderás a ir con más cuidado -dijo Asier.
Benjamín, muy apenado, se quedó recogiendo los dos bocadillos del suelo. Ana, la hermana mayor de Asier, vio todo lo que había ocurrido y pensó que tenía que darle una lección a su hermano.
Esa misma tarde, ya en casa, Asier merendaba con sus hermanos en la cocina, incluida Ana. Ana le pidió a Sheila, la pequeña, que fuera a buscar galletas al armario. También le pidió a Asier que fuera a buscar helado a la nevera. Los dos hicieron lo que les pidió Ana, con tal mala suerte Asier se chocó con su hermana y le tiró las galletas al suelo.
- ¡Lo siento! ¡Ha sido un accidente! -dijo Asier.
- ¿Qué deberíamos hacer ahora, Asier? -preguntó Ana-. Tal vez deberíamos tirar al suelo ese helado que llevas encima y dejarte aquí solo a recogerlo todo, ¿no crees?
- ¿Por qué ibas a hacer eso? -preguntó Asier-. Nosotros siempre nos perdonamos. Papá y mamá nos recuerdan que el padrenuestro dice “perdónanos como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
- ¿Y por qué le has tirado tú el bocadillo a Benjamín esta mañana y le has dejado recogiendo todo en vez de perdonarlo y aceptar la mitad de su almuerzo? -preguntó Ana.
Asier se quedó paralizado.
- Es que Benjamín… es… es malo -consiguió decir Asier.
- Un niño malo no comparte lo suyo y menos cuando el daño que te ha causado no ha sido a propósito -dijo Ana.
Al día siguiente Benjamín llevó dos chocolatinas al colegio, sus favoritas, y ofreció una a Benjamín.
- Lo siento -dijo Asier-. Toma, te he traído una chocolatina en señal de paz.
- ¡Gracias! -dijo Benjamín-. Entonces, ¿hacemos las paces?
- ¡Vale! -dijo Asier.
Desde ese día Asier y Benjamín son muy buenos amigos. Tienen sus roces, como todos los amigos, pero saben perdonarse y rectificar.