Había una vez una bruja que se las daba de conseguir siempre lo que quería. Mediante engaños y hechizos esta bruja era capaz de todo. Por eso era el terror de la región en la que habitaba.
Como los animales, la gente y las criaturas mágicas que allí vivían ya estaban hartos de la bruja se habían ido marchando todo lo lejos que pudieron. En pocos años, la región en la que vivía la bruja había quedado deshabitada.
Durante un tiempo la bruja viajaba hasta que encontraba alguien a quien molestar. Y eso suponía ir cada vez más lejos, puesto que cualquier forma de vida huía en cuanto llegaba la noticia de que la bruja se acercaba.
Con los años, la bruja se hizo mayor y ya no podía viajar. Pensando en la desgracia de haberse quedado sola, una tarde la bruja descubrió a dos hadas extranjeras descansando junto a un precipicio.
-¡Oh, por fin tengo compañía! -pensó la bruja-. Podría intentar convencerlas para que se quedaran por aquí y así no quedarme tan sola. Pero soy una bruja y seguro que no quieren. Las podría encerrar para tener alguien cerca con quien hablar. Pero seguro que se pasarían el día chillando y llorando. Mejor me divertiré ahora con ellas y luego me las comeré, que hace mucho que me alimento solo de hierbas y frutos silvestres.
La bruja se acercó a las hadas sin que estas la oyeran y les lanzó una red mágica para que no pudieran moverse.
-¡Ajá! Ya sois mías -dijo la bruja-. No tendríais que haber venido por aquí. Por suerte para mí, lo habéis hecho, y por fin podré comer algo diferente.
Las hadas, que ya conocían que por allí había una bruja muy mala, tenían un plan. Una de ellas le dijo:
-Hemos oído que eres la bruja más astuta de cuantas hay en el mundo. Y también la más hábil y la más poderosa. Antes de servirte de cena nos gustaría comprobarlo, ya que va a ser lo último que podamos hacer.
La bruja, sorprendida y halagada, respondió:
-Sí, soy la más lista y la mejor de todas las hadas de la galaxia. Os lo demostraré. ¿Qué queréis ver? ¿Cuál es vuestro último deseo?
Otra de las hadas respondió:
-Hemos soñado siempre con poder volar. Nos tiraremos por el precipicio. Tú solo tendrás que saltar a por nosotras antes de que lleguemos abajo y recogernos con tu red mágica.
-Eso está hecho -dijo la bruja-. Acercaos al precipicio. Os quitaré la red y podréis saltar. Yo llegaré abajo y os esperaré con la red. Pero poneos delante, que no me fío de vosotras.
Las hadas se acercaron al precipicio. La bruja se puso detrás de ellas y les colocó una mano en la espalda, por si acaso las tenía que ayudar al saltar con un empujoncito.
-A la de tres -dijo la bruja-. Una, dos y....
En un movimiento rápido, las hadas agarraron a la bruja y la empujaron. Pero como la bruja no podía volar iba de cabeza al fondo del precipicio.
-
¡¡Socorrooooo!! -gritó la bruja, a la que no le había dado tiempo a coger la red.
Las hadas cogieron la red y bajaron volando todo lo rápido que pudieron. Llegaron justo a tiempo para recoger a la bruja con ella.
-Dijisteis que no sabíais volar -dijo la bruja.
-También dijimos que eras la bruja más astuta y poderosa del mundo. Una mentirosa como tú debería ser capaz de detectar las mentiras a distancia -dijo una de las hadas.
La bruja se dio cuenta de que las adulaciones le habían impedido pensar con claridad y que se había dejado engatusar con halagos.
-Fue bonito pensar que era importante -dijo la bruja.
-Tendrás tiempo para reflexionar sobre tus fechorías -dijo una de las hadas.
Las hadas se llevaron a la bruja en la red mágica hasta una cárcel en la que encerraban a todos los seres fantásticos malvados. La gente pudo volver a sus casas mientras la bruja se quedó lamentándose de sus desdichas para siempre.