Había una vez una bruja muy poderoso que hacía unos hechizos increíbles. Pero, al contrario de lo que pueda parecer, esta bruja no hacía daño a nadie, sino que usaba su magia para ayudar a los demás.
Una vez, la bruja fue atacada por un dragón malvado. La bruja huyó para evitar un desastre. Pero el dragón no estaba dispuesto a irse sin destrozar nada, así que se acercó al pueblo más cercano con la intención de destruirlo.
Cuando la bruja se dio cuenta fue volando hasta allí y, poniendo su brazo por delante, consiguió detener el fuego del dragón y enviarlo muy lejos. Pero la bruja pagó un alto precio por ello: se le quemó el brazo con el que lanzaba los hechizos y le quedó inservible. Y se convirtió en la bruja manca.
La bruja manca se sentía destrozada. Ya no podría hacer magia nunca más. ¿Qué sería de ella ahora?
Pero la gente del pueblo no la dejó sola. Le curaron el brazo, le hicieron un guante especial para que se sintiera más cómoda y le arreglaron la casa para que todo le resultara más fácil.
Y, como la bruja vivía sola, se turnaron para que siempre hubiera alguien con ella para ayudarla si lo necesitaba y para hacerle compañía.
-Ya no sirvo para nada -se lamentaba la bruja manca
-¡Claro que sí! -le decían los vecinos-. Además, te queda otra mano ¿no es cierto?
-Pero yo hacía la magia con la otra -decía la bruja manca.
Poco a poco, la bruja manca aprendió a apañarse sola con una sola mano. Aprendió a cocinar, a escribir, a vestirse y a otras muchas cosas de nuevo. Aunque seguía sintiéndose muy desgraciada.
Un día, una niña fue a ver a la bruja manca. Al verla mover el cucharón en el caldero con la mano buena, le dijo:
-¡Ya puedes hacer magia!
-No, solo estoy cocinando -dijo la bruja manca.
-Pero si has aprendido a cocinar y a hacer todo con esa mano ¡también puedes aprender a hacer magia otra vez! -dijo la niña.
-Sería muy difícil -dijo la bruja.
-Eso dije yo el día que mi padre se empeñó en enseñarme a leer -dijo la niña-. Pero lo he conseguido ¿sabes? Me ha costado mucho, pero ha merecido la pena.
La bruja manca miró a la niña y le dijo:
-Sabes, pequeña, tienes razón. Tampoco es que tenga otra cosa que hacer. ¿Por qué no intentarlo?
Y tras meses de trabajo y de cometer errores, la bruja manca consiguió hacer magia otra vez.