La carrera de los copos de nieve
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La carrera de los copos de nieve

Edades:
A partir de 4 años
La carrera de los copos de nieve Desde lo alto de una nube gris y pesada, los copos de nieve miraban ansiosos hacia abajo. La tierra blanca se extendía como un manto infinito, y cada copo sabía que estaba a punto de comenzar la carrera más importante de su vida.

—¡Hoy es el día! —exclamó Brisnolo, un copo robusto con bordes puntiagudos y brillantes—. ¡Voy a ser el primero en tocar el suelo!

—Pues yo no solo seré la primera —respondió Copelia, quien llevaba consigo un diseño tan intrincado como un bordado—, sino también la más hermosa.

Nivita, un copo con forma sencilla, pero con un brillo especial, flotaba cerca, mirando la tierra con curiosidad.

—¿No os parece que sería más divertido disfrutar del viaje? —preguntó—. El viento, las nubes, la forma en que giramos…

Brisnolo soltó una carcajada.

—Eso es porque sabes que no ganarás. ¡Esta es una carrera, Nivita!

De repente, una ráfaga de viento sacudió la nube. Los copos, ligeros como plumas, comenzaron a caer. Era el momento.

Copelia giró en el aire, mostrando sus bordes brillantes. Brisnolo se inclinó como si fuera un atleta, cortando el viento con fuerza. Nivita, por su parte, dejó que el aire la llevara, disfrutando del viaje.

Pero cuando los tres estaban a mitad de camino, una corriente de aire inesperada los atrapó y los arrastró hacia un árbol solitario en medio del paisaje.

—¡No puede ser! —gruñó Brisnolo—. ¡Estoy atrapado!

Copelia, que se había quedado encajada en una rama, suspiró con frustración.
—Esto estropea mi caída perfecta.

—Bueno, al menos la vista aquí es bonita —comentó Nivita, que estaba en la punta de otra rama, mirando el horizonte—. Quizás no sea tan malo.

—¿Qué no es tan malo? —protestó Brisnolo—. ¡No hemos llegado al suelo!

Fue entonces cuando algo mágico sucedió. Una nueva ráfaga de viento los juntó en la misma rama, y al chocar, sus cristales comenzaron a unirse. Al principio, Copelia se quejó:

—¡Cuidado con mis bordes perfectos!

—¡No te acerques tanto! —dijo Brisnolo, irritado.

Pero pronto, los tres notaron que, al combinarse, formaban algo espectacular. Sus cristales reflejaban la luz de una manera tan hermosa que el árbol entero parecía estar cubierto de estrellas.

DLa carrera de los copos de nieveesde abajo, una niña y su madre miraban el árbol con asombro.

—Mira, mamá, ¡parece un árbol de Navidad mágico! —dijo la niña, con los ojos brillando de felicidad.

Brisnolo, Copelia y Nivita se quedaron en silencio por un momento, observando la reacción de la familia.

—Supongo que ser el primero no era lo más importante —murmuró Brisnolo al fin.

—Ni ser la más hermosa —admitió Copelia.

—¿Lo habéis visto? Os dije que el viaje podía ser divertido —dijo Nivita, sonriendo.

Desde aquel día, los copos de nieve dejaron de competir por ser los primeros en llegar al suelo. En cambio, comenzaron a disfrutar del viaje y de la magia que podían crear juntos.

Cuando el sol salió al día siguiente y sus cristales comenzaron a derretirse, lo hicieron felices, sabiendo que habían iluminado la noche de alguien.
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