No hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo de la meseta castellana, ocurrió una historia que conmovió a mucha gente. Una residencia de ancianos, en la que vivían doscientas personas sin recursos y sin familia, estaba a punto de cerrar por falta de fondos.
Los vecinos del pueblo, que apreciaban a la gente que vivía allí, decidieron arrimar el hombro para ayudar a aquellos ancianos que se quedarían en la calle si la residencia cerraba, y se organizaron para trabajar gratis allí. Pero no era suficiente. La residencia tenía muchos gastos, y la empresa que la gestionaba tuvo que marcharse porque no podía pagar a sus empleados, dejando a los vecinos del pueblo a cargo de todo.
Un día apareció por el pueblo un tipo encorbatado y engominado hasta las cejas que se ofreció a comprar la residencia, ofreciendo una gran suma de dinero por ella a su propietario. Aunque éste estuvo tentado por el olor del dinero, finalmente le pidió unos días para que pudiera valorar su oferta.
Cuando los vecinos se enteraron convocaron una reunión. Era necesario comprar la residencia para conservar el hogar de aquellas doscientas personas. Pero entre todos no tenían dinero suficiente. Ni siquiera sus propiedades valían tanto.
Unos niños que andaban por allí escuchando tuvieron una idea.
- ¡Organicemos un festival benéfico! -dijo uno de ellos.
- ¡Eso, y un mercadillo solidario! -dijo otro.
- ¡Avisemos a todos los medios de comunicación! -dijo otro.
A los vecinos del pueblo les pareció buena idea y se pusieron manos a la obra.
Recopilaron todas las cosas antiguas que encontraron y prepararon dulces caseros y bebidas artesanales hechas con recetas ancestrales, esas que pasan de padres a hijos.
Algunos ancianos de la residencia enseñaron a los jóvenes sus antiguos oficios, como a trabajar el cuero para hacer accesorios o con mimbre para hacer cestos.
Los niños se organizaron para preparar un bonito espectáculo infantil cantando canciones populares que los propios ancianos de la residencia les enseñaron e interpretando antiguas historias que les contaron.
Cuando la noticia llegó a los medios de comunicación causó un gran impacto. Muchos se desplazaron hasta allí para dar la noticia, lo que atrajo a personas de todo el país.
P
ero el tiempo se agotaba y la recaudación de fondos no era suficiente. Hasta que sucedió algo sorprendente. Gracias a los medios de comunicación un futbolista muy famoso vio a su abuela, una anciana con Alzheimer con la que había perdido el contacto hacía años.
El futbolista llamó a algunos compañeros y fueron al pueblo, donde vendieron camisetas y balones firmados. También se hicieron fotos con los aficionados a cambio de un donativo para la residencia. Incluso jugadores de otros equipos rivales acudieron al pueblo para colaborar con ellos.
En apenas dos días, los vecinos del pueblo recaudaron el doble de lo que había ofrecido aquel tipo por la residencia y el propietario accedió a vendérsela a la gente del pueblo.
Y así fue como aquella residencia de ancianos siguió en pie, gracias a la cooperación y al trabajo desinteresado de todo un pueblo.