HabÃa una vez un cuento que no tenÃa palabras. El pobre cuento se sentÃa muy triste por no tener palabras. Por ese motivo estaba siempre escondido y, cuando alguien querÃa abrirlo, se negaba.
Pasó el tiempo y todo el mundo se olvidó de aquel cuento, que acabó lleno de polvo en un hueco tras una enorme estanterÃa.
Un dÃa, alguien encontró el viejo cuento polvoriento y lo recogió. El pobre cuento estaba tan cansado que no opuso resistencia y se dejó hacer.
—Mamá, ¡mira lo que he encontrado! —dijo una niña.
—¿Qué es? —preguntó su madre.
—Creo que es un libro —respondió la niña—. ¿Puedo abrirlo?
—Espera, lo limpiaremos primero —dijo la madre.
Con mucho mimo, la mamá y la niña retiraron todo el polvo y la suciedad que cubrÃan el libro. Este estaba tan a gusto con las caricias que le estaban haciendo que se quedó quieto.
—Listo —dijo la niña. Y abrió el libro.
La niña pasó una página, y luego otra, y después otra.
—¡Qué bonito es este cuento! —exclamó la niña.
El cuento, de pronto, se puso alerta. Se habÃa quedado tan embobado sintiendo las caricias pasando sus páginas que no se habÃa dado cuenta de lo que estaba pasando. Pero la voz de la niña le pareció tan dulce que no se atrevió a cerrarse.
—Mamá, este cuento es precioso —dijo la niña—. ¿Has visto que dibujos tan bonitos tiene?
La mamá se acercó y miró el libro.
—¡Es divino! —exclamó la madre—. La historia que cuenta es maravillosa.
El cuento no entendÃa nada. ¿Cómo iba él a contar nada, si no tenÃa palabras?
—No sé por qué estaba abandonado este cuento, con lo fantástico que es —dijo la niña—. No tiene palabras, pero tampoco las necesita. Los dibujos cuenta una historia preciosa, llena de detalles y de matices.
—Me encantan estos cuentos —dijo su mamá.
—¿Es que hay más cuentos como este, sin palabras? —preguntó la niña. El cuento permanecÃa atento.
—SÃ, cielo —dijo su mamá—. Se llaman cuentos silentes, y utilizan solo la ilustración para contar una historia.
El cuento se estaba emocionando por momentos.
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€”Pero, sin palabras, cada persona que lo lea entenderá una cosa diferente, ¿no? —dijo la niña.
—Esa es la magia —dijo su mamá—. Pero todavÃa hay más. ¿Has oÃdo alguna vez que una imagen vale más que mil palabras? Pues eso son los cuentos silentes. Tú puedes contar el cuento a tu manera en voz alta o simplemente mirar la historia y disfrutarla en silencio.
—Es un cuento único; es un verdadero tesoro —dijo la niña.
El cuento se sintió muy alegre al oÃr esas palabras y, por primera vez en su vida, se sintió importante. Más que importante, excepcional. Y ya nunca más sintió vergüenza porque lo abrieran y lo miraran, sino todo lo contrario: cada vez que lo abrÃan disfrutaba de la emoción y la alegrÃa del que lo leÃa.