Al principio, Lucía no entendía muy bien la razón que les había obligado a quedarse en casa de repente. Solo sabía que todo el mundo andaba nervioso. De hecho, llevaba días dándose cuenta de que las cosas era algo diferentes. Sus padres estaban más pendientes que nunca de las noticias, del teléfono….
Pero, como Lucía ya tenía 10 años, sus padres se sentaron con ella en el sofá a explicarte lo que estaba pasando con la seguridad de que lo iba a entender perfectamente. Le dijeron que el gobierno había decidido que las personas se quedasen en casa para evitar que un virus, hasta ahora desconocido, se propagase.
“No es solo para que no nos contagiemos nosotros, sino para no contagiar a los demás, sobre todo a las personas mayores”- le explicó su padre.
La madre de Lucía, que trabajaba en una farmacia, le explicó a tu hija que muchas personas, aunque no se encontrasen mal, podían contagiar a otras sin querer. Por eso no podían ir al cole, a los bares o al cine. La madre de Lucía le explicó que todos debían hacer un gran esfuerzo hasta que los expertos pudiesen controlar la situación y que todo volviese a la normalidad.
Como Lucía no quería perder el hábito de estudiar, fue ella la misma la que se hizo un calendario que orgullosa colgó en el corcho de su habitación. Se levantaría todos los días a las 9 y, tras desayunar con sus padres, dedicaría un par de horas a repasar todo lo que habían aprendido en clase durante los últimos meses. Su padre le ayudó a encontrar en Internet muchas fichas para repasar y su vecina, que era
muy amable, se las imprimió porque en casa de Lucía se habían quedado sin tinta.
La niña, entendiendo que en un momento así lo importante era ayudarse unos a otros, le llevó a su vecina unas galletas cuando supo que se había quedado sin harina. Su padre se ofreció además a bajarle la basura porque la vecina aún se estaba recuperando de una rotura de tibia.
Después de comer y descansar un poco, Lucía se ponía a leer. Le encantaba hacerlo en voz alta y dar vida a los personajes que se encontraba en cada historia. A última hora de la tarde era el momento de sentarse en familia y charlar, expresar sentimientos…. Y como no, de echar una partida al Monopoly, uno de los juegos preferidos de Lucía. De vez en cuando veían una peli juntos, hacían manualidades o cuidaban las plantas de la terraza.
Lucía sabía que manteniendo una actitud responsable todo acabaría antes de que se diesen cuenta. Por eso entendió desde el primer momento la importancia de respetar las normas y quedarse en casa.