Silvia tenía un periquito de plumaje verde y amarillo que se llamaba Roco. Con la ayuda de su padre había logrado que hiciese volteretas en su jaula. Era un periquito con grandes habilidades acrobáticas. A Roco le encantaba picotear hojas de lechuga y trozos de manzana. De vez en cuando lo soltaban por una pequeña terraza acristalada que tenían en casa para que batiese libremente las alas. Roco era un pájaro feliz, un periquito al que su familia humana colmaba de mimos y atenciones.
Un sábado por la mañana, mientras limpiaban la casa, alguien dejó la jaula de Roco abierta. El periquito pensó que era su hora del paseo y empezó a revolotear alegre por las habitaciones. Vio la ventana del salón abierta y se le pasó por la cabeza la idea de salir solo a dar una vuelta. Se lo pensó mucho porque era algo miedoso pero, al final, se aventuró a dar una vuelta por el barrio. Con lo que no contaba Roco era con que no conocía la zona. Así que, sin poder remediarlo, se perdió. Voló durante una media hora hasta que acabó exhausto. Ni siquiera tras sus sesiones de volteretas acababa tan cansado. No le quedó más remedio que buscar un sitio para descansar. Además, estaba sediento. A lo lejos, divisó un parque en el que parar a hacer un descanso antes de seguir buscando el camino a casa. Lo primero que hizo fue beber agua en una fuente y, después, apoyarse en una barra para ver a la gente pasar y tratar de orientarse. Sin que se diera cuenta, una niña se acercó corriendo hacía él.
-¡Un ave tropical!- gritó entusiasmada sin darse cuenta de que se trataba de un periquito.
C
on mucho cuidado e imaginando que estaba perdido o abandonado, la niña se llevó a Roco a casa. En realidad no sabía cómo le llamaba así que le puso el nombre de Timón. Lo mimó y cuidó como siempre había hecho su anterior familia. Lo que sí le llamó la atención a la niña fue la habilidad de aquel pájaro para hacer volteretas.
Años después, las dos niñas, la que había tenido primero al periquito y la que se lo encontró en el parque, se hicieron amigas. Un día, hablando de las mascotas que habían tenido en su infancia, las dos chicas acabaron hablando del mismo periquito. Para una había sido Roco y para otra Timón, pero las dos habían podido deleitarse con las volteretas de aquel ágil pajarito.