Había una vez una radio mágica que acompañaba a una bruja engreída y vanidosa. La radio sintonizaba con todos los programas del mundo. Pero a la bruja no le gustaba oír las desgracias de la gente. Solo quería que la adularan y que le dijera cosas maravillosas.
A la radio le gustaba estar encendida, pero la bruja la apagaba siempre que daba noticias que no le gustaban. Así que la radio empezó a incluir de vez en cuando noticias inventadas de las que le gustaban a su dueña para que así ésta no la apagara.
Un día, la radio mágica dijo que se estaba buscando a la mujer más hermosa del mundo, y que los expertos pensaban que vivía en el país donde vivía la bruja. Al oír esto la bruja engreída se puso inmediatamente muy contenta, porque estaba segura que sería ella.
La radio mágica siguió hablando del tema. Cada día se inventaba un poquito más, para que la bruja la mantuviera siempre encendida. Al final, dio la esperaba noticia: su dueña era la mujer más hermosa del mundo.
La bruja engreída, muy satisfecha, salió de su casa a presumir por toda la ciudad. Esperaba que hubiera mucho fotógrafos esperándola a la puerta. Pero su sorpresa fue enorme al ver que allí no había nadie.
La bruja engreída pensó que la esperarían en algún lugar más interesante para que las fotos salieran mejor, y recorrió la ciudad en busca de los fotógrafos. Pero nada.
Así que volvió a casa y encendió la radio a ver si se enteraba de algo más. La radio mágica no sabía qué hacer. Había llevado la mentira demasiado lejos.
De pronto, a la radio se le ocurrió la idea de decir que todo había sido una broma de un periodista un poco guasón. Pero a la bruja engreída no le bastó con esto, así que cogió sus cosas y se fue a la emisora de radio a pedir explicaciones.
Pero, como era de esperar, en la emisora de radio nadie sabía nada.
- ¡Pero si lo han dicho en su programa esta misma mañana! -gritaba la bruja-. Lo tengo grabado. Escúchenlo ustedes mismos.
Los periodistas escucharon aquello y le aseguraron que no lo habían dicho ellos y le dejaron escuchar las grabación que ellos tenían de ese mismo programa.
La bruja se marchó muy enfadada. Cuando llegó a casa, y vio a la radio, le dijo:
- No volveré a encenderte en un año, por mentirosa.
La radio intentó disculparse, pero no podía hacerlo estando apagada.
Cuando pasó el año de castigo y por fin la bruja engreída encendió la radio, esta le pidió perdón y le prometió que no volvería a decir mentiras, aunque lo que dijeran en los programas no fuera del agrado de su dueña y eso hiciera que la tuviese apagada.
La bruja por su parte reconoció que la broma de la radio le había venido bien para aprender a ser más humilde, así que también se disculpó ante la radio. Y desde ese día la bruja va a todas partes acompañada de su inseparable radio que siempre le mantiene bien informada.