La mañana de Nochebuena amaneció oscura y triste en aquel barrio tan pobre. Las nubes no dejaban pasar los rayos del sol y la negrura del cielo amenazaba tormenta. Pequeños y mayores miraban hacia arriba con la esperanza de que se disipara aquel nublado, porque sería muy difícil que Papá Noel llegara con su trineo en aquellas condiciones.
Los niños cantaban y corrían en las calles abrigados con sus viejas bufandas aprovechando hasta el último minuto. Las abuelas preparaban el encuentro de toda la familia, afanándose por darles la mejor cena posible. No habría caviar, ni marisco, ni grandes lujos en la mesa. Pero el amor con el que estas mujeres cocinaban no se pagaba con dinero, y el placer de reunir a hijos y nietos era lo más valioso.
Cuando dieron las siete de la tarde se empezaron a escuchar unos truenos que daban miedo. Todos los niños se apresuraron a entrar en sus casas. En pocos minutos la lluvia empezó a caer tan fuerte que hacía casi imposible estar en la calle.
-Así Papá Noel no podrá llegar con su trineo -se lamentaban los niños.
Los padres intentaron consolar a los niños, que estaban muy preocupados. Pero la alegría de estar con los abuelos, los tíos y los primos enseguida les hizo olvidarse de todo.
Cuando amaneció ningún niño encontró regalos en su casa. Sus humildes árboles de Navidad estaban vacíos.
-¿Qué habrá pasado? -se preguntaban todos, entristecidos y preocupados. Temían que a Papá Noel le hubiera pasado algo y se hubiera accidentado con aquella terrible tormenta.
Los niños salieron a la calle para averiguar qué había pasado con el pobre Papá Noel. En ese momento, oyeron un tintineo. A lo lejos vieron llegar un tractor con un enorme remolque cargado hasta arriba de…¡regalos! Conduciendo, el mismísimo Papá Noel.
-¡Mirad, niños, parece que Papá Noel está bien! ¡No le ha pasado nada!
-¡Y el padre Valentín está con él!
Los niños corrieron a recibirlos con los brazos abiertos, llenos de júbilo. Cuando el tractor se detuvo los pequeños se echaron en brazos del padre Valentín y del mismísimo Papá Noel.
-
Estábamos muy preocupados -dijo uno de los más pequeños -. Pensamos que habías tenido un accidente en la tormenta, Papá Noel.
-Y así fue, pequeño gorrión- dijo Papá Noel con voz profunda -. Afortunadamente, el padre Valentín me encontró, me rescató y me ayudó a salvar todos los regalos.
-¿Y el trineo? ¿Dónde está el trineo? ¿Dónde están los renos? -fueron preguntando los niños con inquietud.
-Tranquilos -intervino el padre Valentín -. Los renos están a salvo. Se han llevado el trineo para repararlo. ¿Queréis ver los regalos?
-¡Síiiiiiiiiiiiiiiiiiii!
Entre el padre Valentín y Papá Noel repartieron todos los paquetes. Ningún niño se quedó sin regalo.
Gracias al padre Valentín aquella Navidad fue la más especial que se recordaba en el barrio.