Un circo de trapecistas se había instalado en la ciudad por unos cuantos meses. Tanto la gran carpa del circo, como los motor-homes de los artistas, ocupaban un gran lugar en un terreno cercano al parque principal.
Aprovechando la comida y el calor que ofrecían las instalaciones del circo, una pequeña ratita decidió refugiarse en el circo.
La ratita pasaba muchas horas viendo a los trapecistas entrenar, y también se colaba a los shows a verlos lucirse haciendo sus piruetas. Y ella, aunque era tan solo un pequeño roedor, aprovechaba cuando los trapecistas dormían para reproducir las piruetas que estos hacían.
Con el paso del tiempo la ratita aprendió muchos trucos y números de trapecio. Se divertía mucho con eso y mejoraba día a día.
Un día, mientras la ratita estaba descansando al final del día, escucho a los dos trapecistas principales conversando.
—Mañana es el último día del circo en esta ciudad, debemos preparar un número especial.
—Yo creo que lo mejor será cerrar el show con el salto del helicóptero.
—Bueno, ese es el truco más difícil y peligroso de todos los que nosotros hacemos.
—Lo es, pero tenemos mucha experiencia y podremos hacerlo. Además, el público se merece un gran cierre.
—Tienes toda la razón, lo haremos.
La pequeña rata no podía contener su emoción, los había visto practicar ese truco, pero nunca hacerlo en un show con público. Sería la primera vez que ella asistiría a ese evento.
Finalmente, la noche tan esperada llegó, el último show del circo de trapecistas comenzaba en unos minutos y su broche de oro sería el “salto del helicóptero”.
La gente ovacionaba a los artistas con cada truco, y la ratita esperaba con emoción el número final.
—¿Estás listo? —preguntó uno de los trapecistas a su compañero.
—!Claro que sí!, además ya he chequeado todos los elementos y todo está perfecto para comenzar-
—¡Vamos entonces!
Los dos artistas salieron a escena y entre aplausos y gritos del público, comenzaron a realizar el número tan esperado.
De pronto, y aunque todo había sido chequeado previamente, una de las cuerdas del columpio principal se desenganchó sé su sitio, y eso era un gran peligro para los trapecistas. Uno de ellos ya estaba en el aire en ese momento, y al ver el incidente su rostro se llenó de temor.
La ratita que estaba viendo el show sin dudarlo intervino para evitar el peor accidente. Rápidamente se deslizó entre las sogas, y columpiándose ágilmente como tantas veces había practicado, logro enganchar nuevamente la cuerda del columpio en su gancho correspondiente. Pudo hacerlo justo a tiempo para que el trapecista culminara su truco sano y salvo.
El público estallo en aplausos tanto para el trapecista como para la artista sorpresa, la ratita.
Uno de los trapecistas, al llegar al suelo, tomo a la ratita en sus manos y se despidió del público con ella.
—Nos has salvado pequeña trapecista —le dijo con cariño mientras se dirigía con ella a su camarín.
—Creo que debe quedarse con nosotros, la cuidaremos, se lo merece- dijo su compañero que estaba a su lado.
Así fue como los trapecistas adoptaron a la ratita, le dieron refugio, alimento y a partir de ese día viajo con ellos por todas las ciudades. Por sus destrezas la llamaron la ratita Pirueta, y ella vivió muy feliz siendo la primera en la fila de todos los shows del circo.