En un tranquilo y resplandeciente día, la familia Palmeiro nadaba alegremente por su estanque.
—¡Vamos, pequeños! — exclamó Patopablo Palmeiro, que encabezaba la fila, con sus hijos, detrás, río abajo.
Detrás de él iban Patopaco y Patapaula Palmeiro, sus hijos, unos inquietos y curiosos patitos que siempre estaban buscando líos.
Para evitarlo o, al menos, intentarlo, cerraba la fila su madre, Pamelapata Palmeiro.
Aquel día todo iba bien. Los pequeños no pasaban de chapotear un poco y hacerse muecas. Hasta que una corriente inesperada que arrastró a la familia hacia un canal desconocido y desembocoaron en el centro de una bulliciosa ciudad.
La pequeña Patapaula miró a su alrededor con ojos muy abiertos.
—No estamos en casa, mamá. Todo es tan... ¡grande!
Pamelapata asintió, abrazando a sus patitos.
—No tengais miedo, hijos —dijo ella—. Juntos encontraremos el camino de regreso.
Sin saber cómo, a la familia Palmeiro se le acabó el agua y acabaron reodeados de personas corriendo, vehículos deslizándose sobre rueda y mucho ruido.
Entre el jaleo, el pequeño Patopaco vio a un perro que parecía buen tente.
—¡Hola, señor perro! ¿Sabes cómo podemos regresar al campo?
El perro ladeó la cabeza y contestó:
—No conozco el campo, pero si seguís ese río —señaló con la pata—, tal vez lleguéis a casa.
Los patos agradecieron al perro su amabilidad y siguieron su consejo. Pero de camino les salió al paso grupo de gatos hambrientos que los miraba con interés. Los patitos empezaron a templar de miedo.
Justo cuando todo parecía perdido, una bandada de palomas descendió en picado, distrayendo a los gatos.
—¡Idos de aquí! ¡Corred hacer el parque!— gritaron las palomas.
C
on el corazón latiendo a mil, la familia Palmeiro llegó al parque y descubrió un hermoso lago. Pero antes de que pudieran relajarse, el cielo se oscureció y una tormenta comenzó a rugir.
—¡Refugiémonos! —gritó Patopablo.
—No, papá, mira —dijo el pequeño Patopaco —. El agua de lluvia está formando un pequeño río.
—Vamos —dijo Patapaula —. Va directo al río que nos indicó el perro.
Así, la familia Palmeiro regresó a casa.
—¡Ha sido genial! —dijeron los pequeños.
—La vida está llena de desafíos —Patapaula —, pero con amor, unidad y un poco de ayuda, siempre encontraremos el camino a casa.