Cada año, Raúl esperaba con ansia los últimos días de diciembre. Sabía que la Navidad era tiempo de estar en familia, pero que también podría hacer muchas cosas al tener vacaciones en el cole. Una de esas cosas era ir al cine. Le encantaba sentarse delante de la gran pantalla con un buen cubo de palomitas a disfrutar de sus películas favoritas.
Un día, intrigado por el origen de aquel invento que él consideraba mágico, se puso a investigar. A sus manos llegó un libro en el que se narraba la historia de los hermanos Lumière. Leyó y leyó hasta terminar la última página.
Hace ya más de cien años, estos dos hermanos franceses, que trabajaban en el estudio de fotografía de su padre, empezaron a experimentar con un aparato inventado por el científico Thomas Edison. Era el kinetoscopio o cinetoscopio. En este aparato se podían proyectar imágenes, pero sólo en el interior y no sobre una pared u otra superficie como ocurre hoy en las salas de cine.
Tras muchas pruebas, en el año 1859, los hermanos Auguste y Louis Lumière lograron hacer cambios en el aparato y crearon el cinematógrafo. Consiguieron proyectar imágenes sobre una pared y que varias personas pudieran verlas al mismo tiempo y en un tamaño más grande. El cinematógrafo permitía proyectar una imagen tras otra, como si fueran fotografías muy parecidas de un mismo objeto.
Los hermanos Lumière se habían dado cuenta de que, cuando una imagen se proyectaba inmediatamente después de otra, el cerebro las unía dando la sensación de que el objeto se movía. Lo primero que los hermanos Lumière grabaron fue a un grupo de obreros salir de una fábrica. La grabación fue tan popular que se proyectó en el Grand Café de París (Francia) el 28 de diciembre de 1895.
Después, una de sus películas más famosas sería La llegada del tren a la estación de La Ciotat. A los espectadores les encantó la experiencia porque era muy real y, de hecho, muchos creyeron que el tren estaba en la misma sala. No estaban acostumbrados a ver imágenes que se movieran y pensaron que el tren era real. Después llegaron a rodar 1.422 películas. Incluso rodaron el primer accidente automovilístico de la historia del cine.
A
l mismo tiempo pusieron en marcha la producción de aparatos y contrataron empleados para enseñarles a grabar imágenes y a proyectarlas. Pronto, el cinematógrafo de los hermanos Lumière empezó a hacerse famoso en las ciudades europeas y estadounidenses más importantes.
Desde ese momento, el cine fue evolucionando y hoy sigue siendo muy popular a pesar del invento de la televisión. Los hermanos Lumière no se centraron en la
venta de aparatos, sino en hacer películas. De perfeccionar y vender esos aparatos se ocuparon otros fabricantes como Méliès y Pathé en Francia y Edison en EEUU. De todas formas, a los hermanos franceses siempre se les considerará como los padres de este invento tan importante para el mundo del arte y el entretenimiento.