El abuelo de Luis contaba unos cuentos e historias maravillosos. Había sido comercial y por eso había viajado por casi todo el mundo. Gracias a eso, cuando fue anciano tuvo montón de historias que contar. Pero no solo a sus nietos, sino a varios niños del barrio que, cada tarde de sábado, acudían al salón de su casa a escucharle con atención, con los ojos como platos y la boca abierta. La abuela preparaba para los niños chocolate con picatostes en invierno y limonada fresca en verano. Entre la merienda y las historias del abuelo de Luis, pasaban unas tardes estupendas.
Con sus gafas redondas y su voz grave, el anciano narraba sus peripecias. Por ejemplo, una vez que tuvo que llevar un cargamento de cacatúas de Brasil a España o cuando le robaron a punta de cuchillo en un mercado de Ankara, la capital de Turquía en la que había vivido 20 años de su juventud.
El abuelo de Luis alternaba sus propias vivencias con libros que iba sacando de la estantería del salón. Los leía imitando voces y poniendo caras. Luego se enteraron de que, durante unos años, aquel hombre había trabajado como actor en un teatro ambulante. Pero, la mayoría de las veces, el abuelo contaba sus propias historias. Historias reales que había vivido durante su época de comerciante a lo largo y ancho del mundo.
Una noche, el abuelo se puso enfermo y tuvieron que llevarlo al hospital.
-¿Se pondrá bien tu abuelo?- le preguntaban los niños a Luis.
-Claro que sí, aún tiene muchas historias que contarnos- respondía el niño convencido.
Con el paso de lo
s días, la voz grave del anciano pasó a ser débil, tan solo un susurro. Por eso, los niños decidieron ser ellos quienes narrasen las historias. Cogieron unos cuantos libros de la estantería y fueron a ver al anciano al hospital. Acompañaron los cuentos con disfraces que habían hecho ellos mismos con ropa de carnaval e incluso construyeron un mini teatro con cajas de cartón y cortinas viejas. El abuelo de Luis agradeció tanto la visita y se emocionó de tal manera que enseguida cogió fuerzas y pudo volver a casa.