Cosas extrañas habían comenzado a suceder en el comedor de la escuela de la ciudad. Por las mañanas faltaban frutas y verduras. También faltaban panecillos o aparecían partidos. Los envases de leche y jugo aparecían rotos. Era la primera vez que sucedía algo así, y era extraño, ya que por las noches la escuela quedaba sola y todo cerrado bajo llave, las ventanas no podían abrirse desde afuera y tampoco estaban rotas. Nadie entendía que sucedía.
Las autoridades de la escuela habían revisado todos los accesos y no habían encontrado signos de daño en ninguna entrada. Los dos conserjes que abrían el colegio temprano eran los primeros en ingresar cada día, y cuando ellos ingresaban el comedor ya había sido atacado. La situación era todo un misterio y a pesar de que indagaron a todos los miembros del colegio, no podían dar con el origen del asunto.
Ana, una de las niñas que asistía a la escuela, soñaba con ser una detective de mayor, y esta situación sacó a relucir ese deseo. Sin pedir autorización, Ana decidió tomarse el caso como personal.
La pequeña detective fue lo más temprano que pudo a la escena del crimen. Con su móvil tomo numerosas fotografías y también se llevó restos de pan partidos que encontró por allí. En su casa examino minuciosamente las fotografías con programas especiales de investigación que se había descargado de internet. En las fotos parecían verse pequeñas huellas, pero al ser de un individuo de muy poco peso, no eran muy nítidas y no se podía determinar quién las había dejado. ¿Un duende?, ¿un fantasma? Ana se preguntaba quien estaba detrás del misterio.
Una tarde, Ana decidió quedarse en la biblioteca hasta tarde, y antes de que el colegio cerrara instalaría dos móviles viejos que tenía en su casa a modo de cámara en el comedor. Quería atrapar al pequeño ser misterioso infraganti.
Al día siguiente, Ana quitó los móviles-cámara del lugar donde los había ocultado, y no se aguantaba la ansiedad de llegar a casa y revisar las filmaciones. Llegada la tarde, en su casa, Ana reviso los videos. Se sorprendió de ver que por uno de los respiraderos del techo del comedor ingresaba un ser diminuto. No se veía bien que era…hasta que se acercó a la zona de las frutas. El misterioso ser era un mapache. En el vídeo se veía que el pequeño animal recogía toda la comida que le cabían en sus manos y huía nuevamente por donde había entrado.
Ana se sintió satisfecha de haber resuelto la intriga, claramente ninguna entrada estaba forzada porque el pequeño mapache cabía perfectamente por el respiradero. Pero ahora había otro misterio, ¿para qué quería tanta comida un mapache?
La niña no quiso revelar los resultados de su investigación hasta tener toda la información completa. Así que, al día siguiente, se quedó al atardecer fuera de la escuela para seguir al mapache cuando se iba del colegio.
Eso hizo. Como cada día el mapache llegó a la escuela, ingreso por el respiradero y huyo con su botín. Ana lo siguió. Luego de unos cuantos metros Ana, vio al mapache ingresar a una madriguera, sucedía que el mapache era hembra y llevaba comida a sus crías. A Ana le enterneció la situación.
Al día siguiente, Ana le llevó frutas a la madriguera del mapache, antes del horario en que esta ingresaba al colegio. A partir de ese día lo hizo a diario y así la mamá mapache no tuvo necesidad de ir más a recoger alimentos al comedor del colegio.