A Nico le gustaba mucho correr y, cuando se enteró de que en el cole iban a poner en marcha un equipo de atletismo, fue el primero en apuntarse. Nico empezó a entrenar y poco a poco empezó a saltar vallas cada vez más altas y a correr más y más rápido.
Ese verano se celebraban los Juegos Olímpicos como cada cuatro años. Un día, viendo en la tele la prueba de salto con pértiga con su madre le hizo una pregunta:
-Mamá, ¿quién inventó los Juegos Olímpicos?
Su madre, que siempre había sido una gran amante de la historia, dijo que después de la merienda le contaría la historia. Pero Nico estaba tan cansado que, antes de que llegase el momento del bocata, ya estaba dormido. Fue un sueño tan profundo que, cuando se despertó, ya no estaba en su casa, sino en otro sitio mucho más lejano.
Nico se despertó en la ciudad de Olimpia, en Grecia. Una señora que paseaba por la calle le dijo que estaban en el año 776 a.C. Había mucho revuelo, así que Nico siguió haciendo preguntas para saber dónde estaba exactamente.
Se enteró de que las fiestas que se estaban preparando eran en honor a un dios al que los griegos llamaban Zeus. Estas celebraciones tenían lugar cada cuatro años en la ciudad de Olimpia y las llamaban Juegos Olímpicos. Le dijeron también que al período de tiempo que transcurría entre unos juegos y otros le llamaban Olimpiada.
Nico pronto entendió que esa celebración representaba en realidad el origen de esos juegos que tanto le gustaba ver en la tele de su casa. En los juegos de Olimpia participaban atletas de toda Grecia. Nico los vio desfilar por delante de sus ojos mientras se dirigían al estadio. Lo malo y lo que le puso algo triste es que sólo podían competir hombres. A las mujeres no las dejaban ni siquiera ir como espectadoras. Pero, por suerte, eso terminó cambiando y todos, hombres y mujeres, pudieron competir en los Juegos Olímpicos.
M
ientras durasen los juegos, nadie podía llevar armas, porque era un tiempo de paz. En la fiesta de inauguración, Nico pudo ver un desfile y asistir a un banquete. Además de las carreras, también pudo ver la prueba de lanzamiento de disco y de jabalina. Le gustaron mucho las carreras de caballos y los saltos de longitud. Pero lo que más le gustó fue la forma de premiar a los ganadores. Les trataban como a auténticos héroes.
Esos Juegos Olímpicos que Nico pudo ver se celebraron hasta que los romanos conquistaron Grecia. Un emperador llamado Teodosio I decidió prohibirlos en el año 393 d.C. Hasta finales del siglo XIX no se volvieron a celebrar. Hoy en día siguen teniendo lugar cada cuatro años en una ciudad del mundo diferente. Una cita a la que Nico nunca falta, esperando algún día convertirse en un gran atleta.