Otra versión de la historia de don Juan Tenorio
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Otra versión de la historia de don Juan Tenorio

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A partir de 6 años
Otra versión de la historia de don Juan Tenorio —Mamá, la maestra nos ha dicho que en la víspera del día de Todos los Santos, en la noche de difuntos, es tradicional representar una obra de teatro llamada “Don Juan Tenorio”.

—Sí, Juanito, así es.

—Pero nos ha contado la historia y no me ha gustado. Ese tipo es un abusón. Cuando se lo he dicho a la maestra me ha dicho que, si quiero, puedo reescribir la historia. ¿Quieres que te lea lo que he escrito?

—Me encantaría, Juanito.

—Pues siéntate que te lo leo. Me he puesto yo como protagonista:


Don Juan Tenorio y Don Luis Mejía charlaban alegremente. Yo les oía, aunque ellos no sabían que estaba allí. Entre risas y bromas, intentaban averiguar quién de los dos había conquistado a más mujeres. Tras un buen rato hablando, Don Juan decidió ponerle fin al asunto diciendo:

—Sin duda soy yo el hombre con más éxito entre las mujeres. Y puedo demostrarlo. Utilizaré mis encantos para seducir a doña Ana, tu prometida. ¿Qué te apuestas?

—No sé yo, no sé yo —le respondió Don Luis—. Pero inténtalo. Será divertido ver cómo fracasas.

—No fracasaré —dijo Don Juan.

—Pero, ¿qué pasa con tu prometida? —preguntó Don Luis—. ¿No te vas a casar con doña Inés, la hija del Comendador, la que está en un convento?

Tengo amor para todas —dijo Don Juan.

Yo estaba muy ofendido. Algunos hombres creen que las mujeres son como premios que se pueden ganar, o como cromos que se pueden coleccionar. Por este camino, esta historia iba a acabar muy mal, así que decidí tomar cartas en el asunto. Pero llegué tarde. Don Luis, el Comendador, padre de doña Inés, había oído la conversación. Estaba muy enfadado.

—¡Oh, truhan, no eres más que un vil mujeriego! —gritó Don Luis—. Jamás te casarás con mi hija.

No llegué a tiempo de impedir que Don Luis se enterase de la apuesta, pero todavía podía hacer algo. Tenía que avisar a doña Inés. Don Juan no iba a dejar que nadie se interpusiera en su camino. Que te digan lo que no puedes hacer es motivo suficiente para hacerlo. Por eso estaba seguro de que Don Juan iría en busca de doña Inés. Y acerté. Menos mal que yo ya había prevenido a la muchacha. Me escondí justo a tiempo. Allí, oculto, oí la conversación:

—Inés, amor, escápate conmigo —dijo Don Juan—. Huyamos juntos donde nadie nos pueda separar. Ni tu padre, ni nadie.

—Pero, ¿tú qué te has creído, bribón? —dijo doña Inés—. ¿Te crees que nací ayer? ¿Pues no estabas tú apostando con tu amigo Luis a ver si le quitabas la novia? ¡Eres un fresco! Y con viento fresco te vas a ir de aquí.

Otra versión de la historia de don Juan Tenorio—Pero, ¿qué dices? ¿Cómo sabes tú eso? ¿Quién te ha contado esas patrañas? —dijo Don Juan.

—Sé lo que ha pasado, así que ahórrate los discursos —dijo doña Inés. Qué orgulloso estaba yo de ella.

—Inés, amor mío, yo… verás… yo… —intentaba hablar Don Juan.

—¿Tú, qué? Tu ego, querrás decir —dijo doña Inés—. Anda, vete con viento fresco, que para salir del convento no te necesito ni a ti ni nadie. Y más te vale dejar en paz a la prometida de tu amigo, que pronto no lo será, en cuanto se entere de lo que habéis pactado.

Don Juan, apurado por la vergüenza, se fue muy lejos. Y yo me quedé con doña Inés, velando por ella, escondido entre las sombras.

***

—¿Te ha gustado, mamá?

—Me ha encantado. A ver si unos cuantos van tomando nota.

—Eso digo yo.
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