Isaac era un niño pelirrojo con pecas que vivía es una isla llena de palmeras. Con él vivía su mejor amigo, un camaleón multicolor y muy simpático llamado Marco Lorines.
Marco, como todos los camaleones, tenía un poder mágico: podía cambiar de color siempre que quisiera y, a veces, hasta se hacía invisible.
- ¿Dóooooonde estooooooy? – le gritaba Marco Lorines mientras se camuflaba en el tronco de una palmera a su amigo Isaac.
- ¡Si te haces invisible no te encontraré nunca!, ¡Vuelve a ser multicolor y te encontraré en 3 segundos! – contestaba el niño.
Un día, mientras jugaban al escondite, llegó a la isla un viejo amigo. Se trataba de Don Philip Patas, el pulpo pirata.
Philip era un viejo pulpo que tenía un parche en el ojo y grandes ganchos en sus tentáculos. Siempre navegaba en su barco pirata y todos le apreciaban mucho.
- ¡Amigo Philip! ¡Qué bien verte por la isla! – dijo Isaac dando saltos de alegría.
Pero, de repente, el pulpo pirata se puso a llorar:
- ¡Philip! ¡Tu eres un pirata! ¡Los piratas no lloran! ¿Qué te ocurre, amigo?
Philip les contó que unos piratas malvados habían destrozado su barco y que estaban haciendo daño a todos los animales marinos.
- ¡Tienen unas redes gigantes y las lanzan al mar para atraparlos a todos! ¡Y yo no puedo hacer nada porque ya estoy muy viejo!– les contó el pulpo.
Isaac y Marco no dudaron en ayudar a su amigo y, rápidamente, pusieron en marcha un plan.
Los dos se fueron en busca del barco de su amigo Philip y, al encontrarlo, trabajaron día y noche hasta dejarlo como nuevo. Cuando consiguieron arreglarlo, quisieron darle una lección a los piratas malvados.
Marco Lorines se volvió transparente para colarse en el barco de los piratas y, como ellos no le veían, se llevó poco a poco todas la redes que tenían allí y dejó una nota que ponía:
"Somos los fantasmas del mar. Os hemos quitado las redes y si no os vais de aquí pasaréis mucho miedo..."Los piratas se llevaron un buen susto al ver la nota y Marco e Isaac, muertos de risa por el susto que se habían llevado los piratas, se fueron corriendo a contarle la noticia a su amigo el pulpo.
- ¡No me puedo creer lo que habéis hecho por mi! ¡Los piratas malvados se han ido y ya no hay peligro en el mar! – gritaba muy contento el pulpo.
Y con una grandísima fiesta de celebración en su barco, Philip agradeció a sus amigos todo lo que habían hecho y, desde entonces, ningún pirata volvió a hacer daño a ningún habitante del mar.