Pol era un sapo que vivía en una charca. El resto de la fauna de aquel lugar estaba compuesto por lombrices, caracoles, arañas, libélulas, chinches, mariposas, polillas, escarabajos, moscas, mosquitos, peces, ranas y renacuajos. Aunque unos más que otros, todos disfrutaban del agua. Pol por ejemplo pasaba la mayor parte del día chapoteando en la charca. Sobre todo en verano para estar bien fresco.
Un año, a mitad de la primavera más o menos, dejó de llover. Hacía tiempo que habían empezado a notar cambios en el clima pero nunca habían sufrido una sequía tan seria. Pol estaba desesperado. No podía vivir en una charla prácticamente seca. Así que decidió marcharse a buscar la lluvia. Cogió su mochila y se fue mientras el resto de animales le observaron extrañados mientras se alejaba de la charca. Pol seguía en sus trece pensando que, si la lluvia no venía, él tendría que ir buscarla y eso fue precisamente lo que hizo. Fueron pasando las horas y, aunque caminó y caminó, solo le acompañaba un sol brillante y cálido. Hasta le chilló diciéndole que por favor se apartase y diese paso a las nubes para que estas trajesen algo de agua. El sol le respondió molesto:
- Lo siento mucho, sapo Pol. ¿Tu crees que me gusta trabajar a diario y sin descanso? Llevo meses sin tiempo casi para comer. No tengo ni idea de dónde está la lluvia. Pregunta por ella a las nubes y al viento que es el encargado de moverlas por el cielo.
Pol hizo caso del consejo del sol y se fue en busca del viento por si este podía decirle dónde estaban las nubes y la lluvia. Al caer la noche, Pol llegó a la orilla de un río y siguió su curso hasta llegar al mar. Allí se encontró por fin con un grupo de nubes que le pidieron perdón por haber dejado olvidada su charca durante tanto tiempo.
Sin pensárselo, le acompañaron hasta allí y nada más llegar descargaron la cantidad de agua suficiente como para volver a llenarla. Los animales que habían dudado de Pol cuando este se propuso ir en busca de la lluvia, tuvieron que pedirle perdón por no confiar en él y agradecerle su esfuerzo. Porque la vuelta de la lluvia a la charla no solo beneficiaba a Pol, sino también a todos sus vecinos.