Hace mucho tiempo, vivió un niña llamada Mariana. Su padre, llamado Ladislao, era periodista, pero también era inventor. Por entonces, los periodistas, y todo el mundo, escribían con pluma. Pero a Ladislao no le gustaba nada la pluma, porque era muy sucia y necesitaba recargarla de tinta cada pocas palabras.
- Papá, con lo bien que se te dan los inventos, ¿por qué no inventas una pluma que no manche tanto? -le dijo un día la niña.
- Hija, la pluma mancha porque la tinta es muy líquida -dijo su padre.
- ¡Pues tendrás que inventar otra tinta! -dijo Mariana.
- ¡Eso es! -dijo Ladislao.
Ladislao fue corriendo a buscar a su hermano Jorge, que era químico, y le explicó la idea.
- Necesitamos una tinta más espesa para conseguir que la pluma no manche -dijo Jorge-. Es una excelente idea. Vamos a hacerla.
Los dos hermanos se pusieron mano a mano a trabajar en el proyecto, pero cuando consiguieron la tinta, se encontraron con un problema.
- ¡Qué desastre! -dijo Ladislao-. La punta de la pluma se traba, y no hay manera de escribir deprisa con eso. ¡Es peor que antes!
- Será necesario cambiar la punta de la pluma -dijo Jorge.
Los dos hermanos se pusieron a pensar, pero estaban tan atascados como la punta de la pluma.
- Te invito a casa a cenar -le dijo Ladislao a su hermano-. Necesitamos relajarnos.
- Me parece bien -dijo Jorge, mientras se ponía el abrigo para salir.
De camino a casa, los hermanos se encontraron con Mariana.
- Hola papá, hola tío Jorge -dijo la niña.
- Hola Mariana, ¿A qué estáis jugando? -preguntó su padre.
- A tirar piedras al charco -dijo la niña-. El que consigue la línea de agua más fina y larga más lejos del charco gana.
- Ya veo… ¿Y cuál es el truco? -preguntó su tío.
- Hay que conseguir piedras muy redondeadas y tirarlas con la fuerza exacta -dijo la niña.
- ¡Eso es! -dijeron los dos hermanos.
Los hermanos crearon un tubo de tinta y, a continuación, le colocaron una bola muy pequeña y apretada que liberaba la tinta a medida que se escribía.
Ladislao fue corriendo a ver a su hija, y le dijo:
- Mariana, aquí está: una pluma que no mancha.
- ¿Una pluma con una bola? -dijo la niña, extrañada.
- Pruébala -le animó su padre.
Y así fue como nació el bolígrafo, aunque todavía tuvieron que pasar muchos años para que fuera llamado así.