Ratomón era un ratoncito que vivÃa feliz en el bosque. Se pasaba el dÃa correteando, canturreando y haciendo favores a los demás.
Ratomón se llevaba bien con todos los animales del bosque. Aunque habÃa unos animales a los que apreciaba más que a nadie: los pájaros.
A Ratomón le encantaba verlos volar y siempre les llamaba para que bajaran a jugar con él.
Un dÃa, su gorrión le dijo:
—Sube a mi nido, que desde allà hay muy buenas vistas. Y asà conoces a mis gorrioncitos, que están recién salidos del huevo.
Ratomón se puso muy contento. ¡Qué ganas tenÃa de ver a los polluelos del gorrión!
—Les subiré un poco de comida a los pajaritos para que se pongan contentos —pensó Ratomón.
Ratomón cogió unos gusanitos y empezó a trepar por el árbol. Pero enseguida tuvo que darse la vuelta. Estaba tan contento que habÃa olvidado que le daban miedo las alturas.
—¿Por qué no subes, Ratomón? —dijo el gorrión—. Los pequeñines están deseando conocerte.
—Es que me dan miedo las alturas —dijo Ratomón.
—¡Lástima! —dijo el gorrión—. No te preocupes, que en cuanto aprendan a volar, mis hijos bajarán a conocerte.
—Gracias, amigo —dijo Ratomón.
Pasaron los dÃas y, aunque Ratomón intentó subir por el árbol, no pudo conseguirlo.
Una mañana, mientras Ratomón estaba al pie del árbol dispuesto a hacer su intento diario, un sonido conocido para todos los animales pequeños rompió el cielo.
—¡Escondeos, viene el águila! —gritó un conejillo.
Ratomón vio al gorrión animando a sus polluelos para volar del nido.
Todos lo consiguieron, menos uno, que se habÃa quedado enganchado. Pero el gorrión no se habÃa dado cuenta y no le oyó piar.
Ratomón sÃ.
—Voy, pequeñÃn —gritó Ratomón.
El pequeño ratoncito subió muy deprisa hasta la rama donde esta el nido, cogió al pajarigo con la boca y se metió con él en un huevo que habÃa en el tronco del árbol.
—¡Por los pelos! —dijo Ratomón.
â
€”¡Por las plumas! —dijo el pajarito—. Tú debes ser el tÃo Ratomón. Ratomón el valiente.
—No ha sido nada —dijo Ratomón, que se habÃa puesto a temblar, al darse cuenta que estaba muy arriba y no sabÃa muy bien cómo bajar.
El pajarillo se dio cuenta y le dijo:
—No te preocupes, que entre mi papá y un par de amigos te enganchan con el pico y te bajan a tierra.
Y asà fue.
Ratomón sigue teniendo miedo a las alturas, pero desde entonces, todos los dÃas trepa un poquito y vuelve a bajar. Y sus amigos pajaritos están con él, para ayudarle si hace falta.
Cada dÃa sube un poquito más y, aunque el miedo no lo pierde del todo, la valentÃa la tiene cada vez más grande. Porque no es más valiente que el que no tiene miedo, sino el que se enfrenta a él para hacer las cosas.