La araña Teresa vivía en un gran árbol de la selva húmeda. Como todas las arañas, Teresa tenía su propia telaraña que le servía de hogar y de fuente de alimentación. Con su telaraña Teresa atrapaba insectos para alimentarse cada día. También en la telaraña Teresa guardaba insectos para comer otro día, de esa manera nunca le faltaba el alimento.
Sucedía que la telaraña de Teresa ya estaba muy vieja. Se la veía poco firme y con sus hebras tan finitas que parecían ya no tener fuerza ni resistencia para cumplir su función.
Las demás arañas de la selva dedicaban un tiempo a la semana para mantener sus telarañas en buen estado. Reparaban zonas rotas, agregaban tejido e incluso ampliaban la superficie de la tela. Pero Teresa no hacía esto, porque le daba pereza.
Las otras arañas le decían a Teresa que se ocupará de su telaraña. Teresa les respondía que ellas tenían razón, que debía hacerlo. Teresa comprendía la importancia de realizarle mantenimiento a su telaraña. Sabía lo importante que era para ella la función que su tejido cumplía. Pero siempre Teresa decía: "lo haré después".
Cada vez que Teresa se encontraba en sus paseos por la selva con otra araña y se paraban a conversar decía:
- Mira, si mi telaraña se rompe, me quedo sin hogar y sin alimento. ¡Qué peligro!. Más me vale que la repare. Luego lo hago sin falta.
Teresa siempre decía lo mismo. Ya las otras arañas estaban cansadas de escucharla decir lo mismo. Algunas arañas incluso la regañaban por saber la importancia de mantener en buen estado su tela y no hacerlo.
Ante esto Teresa hacía lo mismo. Les decía que tenían razón en su advertencia, incluso se mostraba preocupada por perder su telaraña. Pero Teresa decía: "después lo haré".
Así pasó el tiempo y, un buen día, una tormenta llegó a la selva. La tormenta fue bastante fuerte. Tan fuerte que destruyó la telaraña de Teresa. En cambio, las de las otras arañas resistieron.
Teresa se amargó por lo sucedido. Se sintió una tonta porque siempre supo que eso podría pasar. Ahora efectivamente su telaraña estaba destruida, ya no tenía hogar ni comida.
De inmediato Teresa se puso a trabajar en una nueva telaraña. En pocos días y con un poco de ayuda de sus amigos logró tener nuevamente su propia telaraña, y así también refugio y alimento.
A partir de ese momento Teresa dedicó cada día un momento para revisar su tejido y repararlo de ser necesario. Teresa comprendió por fin la importancia de no dejar las cosas para después y ocuparse cada día de sus responsabilidades.