Había una vez una marcianito que se creía muy molón. Aunque molar, lo que se decía molar, no molaba nada. Lo que hacía era molestar a todo el mundo y meterse con los más débiles.
Poco a poco, el marcianito le fue cogiendo el gusto a eso de meterse con los demás. Y así, el marcianito iba de planeta en planeta metiéndose con los que él creía que eran peores que él.
La noticia de que un marcianito abusón iba por ahí metiéndose con todo el que podía llegó a todos los rincones del universo. Cucuruchaqris, el gran señor de todas las galaxias, también se enteró. Y decidió poner fin a las andanzas del marcianito abusón.
Cucuruchaqris salió al encuentro del marcianito y le dio un regalo.
-Este brebaje te convertirá en el más molón de los habitantes de todas las galaxias -dijo Cucuruchaqris.
-Ya soy el más molón de todo el universo, Cucuruchaqris -dijo el marcianito.
-Ya, pero con eso todo el mundo te reconocerá como tal.
Convencido, el marcianito se tomó el brebaje. Lo que no sabía es que lo que se había tomado no iba a causar el efecto que él esperaba.
Ese mismo día, el marcianito salió de paseo. Y al primero que vio que no le gustó le dijo:
-¡Eh, tú, gordo! ¿A qué no sabes quién es el más molón de todo el universo?
Y en cuanto lo dijo, el marcianito engordó tanto que se le reventó el pantalón. Muy avergonzado, el marcianito corrió a esconderse.
Pero según iba a su nave, se encontró con otro extraterrestre. Y le dijo:
-¿Tú que miras, con esa cara tan fea?
Y al momento al marcianito le empezaron a salir ampollas y bultos en la cara. Y echó a correr. Pero no había llegado todavía a su destino cuando vio que alguien venía hacia él.
-Deja de mirarme y vete a casa a esconder esos pies de elefante que tienes.
E
n cuanto lo dijo, el marcianito vio cómo sus pies se convertían en patas de elefante. Entonces, ató cabos.
El marcianito fue a pedir perdón a todas las personas con las que se había metido aquella tarde. Y volvió a ser el que había sido.
Y lo mejor de todo es que, para calmar los ánimos, les fue diciendo a todos que tenían otras cualidades maravillosas: una bella sonrisa, unas bonitas manos, un hermoso cabello…. Y, según lo decía, todas esas cualidades iban apareciendo en él.
Y así fue como el marcianita molón aprendió una gran lección y se convirtió, ahora sí, en el marcianito más molón de todo el universo.