Había una vez un dragón al que llamaban Valiente. Pero la verdad es que era un dragón muy asustadizo que tenía miedo de cualquier cosa que le cogiera por sorpresa o que hiciera algo de ruido.
Todo el mundo lo sabía, y por eso venían seres de todas partes del mundo a ver cómo se asustaba. Para ello, ideaban trampas de todo tipo.
Valiente, a pesar de todo, permanecía muy digno. Aunque estaba empezando a cansarse de tantas burlas.
Un día, mientras un grupo estaba entretenido asustando el dragón Valiente, el cielo estalló en una gran tormenta. Bien parecía que se iba a abrir por la mitad, incluso a partirse en mil pedazos.
Valiente se escondió en lo más profundo de su cueva. La mayoría corrió a esconderse junto al dragón. Aunque los más osados decidieron salir a ver el espectáculo con sus propios ojos.
No había pasado mucho tiempo cuando los que estaban en la cueva empezaron a oír gritos.
-¡Ayuda, ayuda!
Pero estaban todos muy asustados, así que nadie se movió. Le habían dado tantos sustos a Valiente pidiendo auxilio que nadie se fiaba ya-
-¡Ayuda, por favor!
Como nadie se movía, Valiente decidió salir. Al fin y al cabo, qué era un susto más.
-¿Puedo ayudaros, o es otra broma pesada? -preguntó el dragón.
-Los niños, se los ha llevado el aire.
Valiente se asomó y vio a los niños entre las ramas de unos arbustos. El aire era muy fuerte y llovía muchísimo.
Valiente salió, muy asustado. No le gustaban los truenos, ni la lluvia, ni mucho menos aquellas rachas de viento. Pero aquellos niños estaban en peligro.
Y sin pensarlo más, Valiente emprendió el vuelo. Con dificultad logró llegar hasta los niños y los cubrió con sus alas, mientras él esperaba bajo la lluvia, aferrado a la tierra con sus potentes garras para que el viento no se lo llevara.
Aguantó estoicamente los golpes de las piedras y las ramas que arrastraba el viento, el agua helada y el ruido ensordecedor de la tormenta.
Cuando todo pasó ayudó a los niños a subir sobre su lomo y los llevó a la cueva, donde los estaban esperando.
Todo el mundo aplaudió a Valiente y le pidieron perdón por haber sido tan crueles con él.
Los niños le preguntaron:
-Dragón Valiente, ¿no has tenido miedo?
-Muchísimo -dijo el dragón-. Pero ser valiente no significa no tener miedo, sino reunir el valor suficiente para hacer aquello que más te atemoriza.