La pista de hielo que acaban de poner en el parque estaba llena de gente patinando. Zamira miraba a los patinadores con los ojos muy abiertos. Ella nunca había patinad. Le encantaría hacerlo, pero tenía miedo.
Un día, sus amigos Mendo y Luisa la invitaron a patinar.
—Zamira, ¿vienes con nosotros? —preguntó Luisa con una sonrisa.
—No sé… Tengo miedo de caerme —respondió Zamira, mirando sus pies.
Mendo, siempre animado, dijo:
—¡Vamos, Zamira! Será divertido. Te ayudaremos.
Zamira aceptó, aunque seguía asustada.
En la pista de hielo, Zamira se puso los patines. Luisa y Mendo estaban a su lado.
—Vamos, Zamira, dame una mano —dijo Mendo, colocándose a su derecha.
—Dame a mí la otra —dijo Luisa, colocándose al otro lado.
Así, de la mano, comenzaron a patinar muy despacito.
—Estás haciéndolo bien, Zamira —dijo Luisa con voz suave.
Pero Zamira se sentía insegura. Sus piernas temblaban cada vez más.
De repente…
¡Paf!
Cayó al hielo.
—Ay, me caí —dijo Zamira, casi llorando.
—Está bien caerse. Lo importante es levantarse —animó Mendo, ofreciéndole la mano.
—Vamos, nosotros nos hemos caído un montón de veces. Y aquí seguimos —dijo Luisa, ofreciéndole la otra mano.
—Pero la gente se ríe de mí —dijo Zamira.
—¿Y qué? ¡Ríete tú más que el resto! —dijo Mendo.
—Si lo piensas bien, tiene su gracia —dijo Luisa, dejándose caer con una aparatosa mueca.
Mendo la imitó, mientras los tres estallaban en carcajadas.
Zamira se levantó y lo intentó de nuevo. Cayó varias veces. Sus amigos se dejaban caer después y se reían juntos. Luego se levantaban, cada vez más rápido.
Al ver a los tres amigos, todos los niños que tenían miedo o que se caían y se enfadaban empezaron a imitarlos. Y así, la pista se llenó de niños cayendo y levantándose, y de risas cantarinas que invitaban a divertirse cada vez más.
Zamira siguió patinando hasta que, poco a poco, se sintió más segura y ya no necesitaba tanto la ayuda de Mendo y Luisa. Todavía se cayó unas cuantas veces más, pero seguía levantándose y riéndose, disfrutando de sus nuevas habilidades: la de patinar, la de levantarse y la de reírse de sí misa. Porque tomarse las cosas con humor siempre ayuda.