La campana
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La campana

Edades:
A partir de 8 años
Valores:
La campana Al atardecer solía oírse, solo por un momento, el tañido de una campana. La gente pensaba que era la campana de la tarde, que tocaba cuando se ponía el sol. Pero nadie sabía dónde estaba la campana.

Con el tiempo, la gente empezó a preguntarse de dónde venía el sonido de la campana.

-¿No habrá una iglesia allá en el bosque? ¿Vamos a verlo?

Los ricos fueron en coche y los pobres a pie, aunque a todos se les hizo largo el camino. Cuando llegaron a un grupo de sauces, se detuvieron a acampar. Pero nadie encontró la campana.

El Emperador se sintió también intrigado y prometió conferir el título de campanero universal a quien descubriese la procedencia del sonido, incluso en el caso de que no se tratase de una campana.

Fueron muchos los que salieron al bosque, pero uno solo trajo una explicación creíble. Dijo que aquel sonido de campana venía de una viejísima lechuza que vivía en un árbol hueco, una lechuza sabia que no cesaba de golpear con la cabeza contra el árbol. El hombre fue nombrado campanero universal. Y, aunque escribió un tratado sobre la lechuza, la gente se quedó tan poco enterada como antes.

Llegó la fiesta de la confirmación. Para los niños era un día muy importante, ya pasaban de niños a personas mayores. Hacía un día precioso y los niños salieron de la ciudad y no tardaron en oír el tañido de la enigmática campana, más claro que nunca. A todos, excepto a tres, les entraron ganas de ir en su busca. Así que, a excepción de esos tres, los niños fueron en busca de la campana.

Lucía el sol y gorjeaban los pájaros, y los niños iban cantando, cogidos de las manos. Dos de los más pequeños no tardaron en fatigarse, y se volvieron a casa. Dos niñas se sentaron a trenzar guirnaldas de flores, y se quedaron también rezagadas. Y cuando los demás llegaron a los sauces, dijeron:

-¡Toma, ya estamos en el bosque! La campana no existe. Todo son fantasías.

De pronto, la campana sonó en lo más profundo del bosque, tan magnífica y solemne, que cuatro o cinco de los muchachos decidieron ir a buscarla. El follaje era muy espeso, y resultaba muy difícil seguir adelante. Muchos se quedaron atrás. Una límpida fuente manaba, dejando oír su maravillosa canción: ¡gluc, gluc!

-¿No será ésta la campana? -preguntó uno de los niños , echándose al suelo a escuchar-. Habría que estudiarlo bien. Y se quedó, dejando que los demás se marchasen.

Llegaron a una casa. Un gran manzano silvestre cargado de frutos se encaramaba por encima de ella, como dispuesto a sacudir sus manzanas sobre el tejado, en el que florecían rosas. Las largas ramas se apoyaban en el hastial, del que colgaba una pequeña campana. ¿Sería la que habían oído? Todos convinieron en que sí, excepto uno, que afirmó que era demasiado pequeña y delicada para que pudiera oírse a tan gran distancia.

La campanaEste prosiguió solo su camino, y a medida que avanzaba, seguía oyendo la campanita junto a la que se habían quedado los demás, y de vez en cuando, oía también los cantos que de allí procedían. Pero las campanadas graves seguían resonando más fuertes, y pronto pareció como si, además, tocase un órgano.

El camino se hizo cada vez más duro, pero el muchacho estaba decidido a encontrar la campana.

Y se hizo de noche. El muchacho empezaba estar desesperado. Pero entonces descubrió una roca y se subió a ella. Y desde allí pudo contemplar la maravilla de la creación y el brillo de las estrellas. Mientras sobre él resonaba la santa campana invisible, y los espíritus bienaventurados la acompañaban en su vaivén cantando un venturoso aleluya.
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