En la estación espacial Orbita-7-Beta-Omega-Pro está Celeste, absorta en sus pensamientos. Celeste absorta en sus pensamientos. Desde hace meses, cuando sus padres salieron a una misión interestelar, su pasatiempo favorito es arreglar cosas. A veces, incluso las desmonta a propósito solo para volverlas a montar, o las estropea solo para ver cómo puede solucionarlo.
Pero Celeste no está sola. Con ella, sus padres ha dejado a Idix, un robot programado para hacer tareas sencillas que resulta muy útil.
Idix estaba haciendo una de sus rondas rutinarias en la estación espacial cuando ¡chasquido, chispa, bum!, algo hizo cortocircuito.
—¡Ay, caramba! —dijo Idix.
Idix se paró en seco.
—¿Me he sorprendido? ¡Qué cosa más extraña! ¡Los robots no deberían sorprenderse! ¿O sí?
Mientras tanto, Celeste estaba en su cuarto, atareada, arreglando un pequeño juguete. Al escuchar el ruido, corrió hacia la sala de máquinas.
—Idix, ¿qué ha pasado aquí? —preguntó Celeste.
—Lo siento, Celeste. Fue un… momento emocional —respondió Idix.
Celeste se rio.
—¿Un androide emocional? ¡Eso es nuevo!
—Sí, me temo que tengo un pequeño… "problema de emociones" desde mi último reinicio.
—¡Vaya! Bueno, trabajaremos en ello. Pero primero, reparemos esta estación —dijo Celeste, poniéndose sus guantes espaciales—. Creo que la he liado al desmontar unos fusibles. ¡Vamos a la sala de máquinas! Necesito que me ayudes.
—Uy, no, yo soy un robot hecho para tareas sencillas —dijo Idix—. ¡Qué miedo! Seguro que por mi culpa pasa algo malo.
—¿Idix? —dijo Celeste.
—Ya te he dicho que tengo un nuevo problema de emociones.
—No te preocupes, Idix. Estamos juntas en esto —dijo Celeste, ofreciéndole una mano cálida.
Idix, con su mano fría y metálica, tomó la de su amiga. —Gracias. Es extraño, pero me siento… ¿mejor?
Después de horas de trabajo y de algunas risas —Idix descubrió que le encantaba contar chistes espaciales— encontraron el problema: un antiguo juego que Celeste solía jugar. ¡Un juego que ella había olvidado en la sala de máquinas!
—¡Vaya! No eran los fusibles. ¡Todo ha sido por mi viejo juego de "Asteroides traviesos"! —exclamó Celeste.
—¡Sí que han dado guerra los asteroides, sí! —dijo Idix, riéndose de su propio chiste.
—¿Quieres que arreglemos ahora tu problema? —pregunto Celeste.
—¿Qué problema? Yo no tengo ningún problema —dijo Idix.
—Antes me dijiste que tenías un problema de emociones —dijo Celeste.
—¿Yo? ¡Qué va! —dijo Idix.
—Ah, lo pillo. Ironía —dijo Celeste.
—Me mola mi nuevo problema —dijo Idix—. Vamos a mirar las estrellas.
Celeste y Idix se sentaron en el jardín que los padres de Celeste habían preparado en la estación de espacial.
—¿Crees que algún día volverán mis papás? —preguntó Celeste.
—Espero que sí —dijo Idix—. Mientras tanto, aquí me tienes a mí, para darte cariño. Aunque tenga un cuerpo frío y duro, noto cómo crece dentro de mí un tierno corazón.
—Te quiero, Idix —dijo Celeste.
—¡Y yo a ti! ¡Qué maravillosa sensación!