Apaga y vámonos
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Apaga y vámonos

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Apaga y vámonos —Hijo, la videoconsola no enciende.

—A ver, a ver… Uy, papi, parece que esto está frito.

—¿En serio? Vaya, ¡pues apaga y vámonos!

—¿Cómo que apague? Pues ¿no ves que no enciende? Y ¿dónde nos vamos a ir ahora? ¿Es que no has visto la hora que es?

—No, hijo, apaga y vámonos es una expresión popular que se utiliza para dar un problema que no tiene solución por zanjado.

—Pues es una expresión un poco absurda, ¿no?

—Para nada. De hecho, tiene una historia muy curiosa. Te la cuento.

—¡Vale!

—Pues se dice que, hace mucho tiempo, en Pitre, un pueblo de Granada, dos curas competían para cubrir un puesto de capellán del ejército. Como no se ponían de acuerdo, decidieron retarse con un curioso desafío. Y este consistía en lo siguiente: el que fuera capaz de decir la misa más breve se quedaría con el puesto.

—¡Qué fuerte!

— Ya te digo. Así que nada. Los dos curas, con sus monaguillos, prepararon todo. Se pusieron sus ropas de celebrar, encendieron las velas y todo eso.

—Y ¿qué pasó entonces?

— Espera, que voy. Cuando estaba todo listo, se sube uno de los curas al altar y dice, en latín, que es como se decía entonces la misa: “Ite missa est”, que significa algo así como que la misa ha terminado.

—¿Y ya?

Apaga y vámonosY ya. Al oírlo, el otro cura le dijo al monaguillo: “Apaga y vámonos”, refiriéndose a que apagara las velas. Total, ya no había nada que hacer, porque era imposible ser más breve.

—¡Menudo espabilado el primero!

—Y tanto. Ahora se utiliza la expresión “apaga y vámonos” cuando algo no tiene remedio o es tan absurdo y disparatado que no hay nada que hacer.

—Pues eso, apaga y vámonos, que con esta máquina no hay nada que hacer.

—Eso es.
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