Hoy vamos a conocer la figura de Atila, el rey de los hunos, uno de los pueblos más temidos y odiados en Europa durante el siglo IV. Era un pueblo bárbaro originario de Mongolia. Eran nómadas y por lo tanto vivían en campamentos de forma temporal. Se dedicaban sobre todo a la ganadería y al comercio.
Para conseguir cosas se dedicaban al pillaje, es decir a asaltar y robar en los caminos. Usaban sobre todo el caballo para poder escapar sin ser alcanzados. El líder de los hunos fue como decimos Atila. Fue uno de los peores enemigos de la Antigua Roma. Atila era miembro de la aristocracia de los hunos y sabía griego y latín. A los 13 años fue enviado a Roma, donde vivió la invasión de la ciudad por parte de los visigodos. A los 17 años ya domaba y montaba caballos con gran maestría aunque no era demasiado alto. Físicamente, Atila tenía el pelo largo, era fuerte y musculoso y le gustaba vestir con pieles. En el año 439 antes de Cristo se proclamó a sí mismo emperador de todas las tribus hunas. De hecho, en aquella época Roma les pagaba tributos para evitar que les saquearan. Pero esto a Atila le parecía poco. Él aspiraba a aniquilar Roma entera. Para ello reunió a 500.000 guerreros. De ahí viene el dicho popular de que “tras el paso del caballo de Atila no volvía a crecer la hierba”.
Los romanos se aliaron con los visigodos para hacer frente a los hunos. Al final Atila fue derrotado pero antes de que lo capturasen logró escapar. Se enamoró de una princesa persa de gran belleza
llamada Ildico y se casó con ella. Sin embargo, la misma noche de su boda Atila cayó enfermo y falleció. Después su imperio se disolvió y nadie sabe dónde está enterrado. Sea como sea, Atila es una figura legendaria en la historia de Europa. Para muchos fue una persona cruel y de hecho su nombre significa “azote de Dios”. Otros sin embargo lo vieron como un rey noble. De hecho, en algunas zonas de Hungría se le considera un héroe y se dice que incluso fue familia del conde Drácula.