Braviño era un toro grande y robusto que vivÃa en una granja y que se pasaba el dia gruñendo. TenÃa carácter tan explosivo que no se aguantaba ni a sà mismo.
Pero Braviño no fue siempre asÃ. De joven era juguetón y divertido, y siempre estaba haciendo bromas y ayudando a sus compañeros en la granja. Pero a medida que se hacÃa mayor, Braviño fue desarrollando un temperamento muy fuerte, y a tener problemas con sus amigos. Hasta que se convirtió en un gruñón del que nadie querÃa saber nada.
Una tarde, mientras paseaba solo, Braviño se tropezó con un viejo roble. Y se puso a protestar, cómo no. No acababa de decir sus palabras desagradables cuando una luz brillante lo envolvió.
—¿Se puede saber qué está pasando? —dijo Braviño, mientras veÃa cómo se movÃan con sus ojos todos los objetos que miraba.
¡Puedo mover los objetos sin tocarlos! ¡Qué divertido!
De pronto, a Braviño se le pasó el mal humor y empezó a jugar y a hacer travesuras, usando sus nuevos poderes.
Al dÃa siguiente, la granja era un caos. Las zanahorias flotaban en el aire, los huevos giraban en cÃrculos y el estanque parecÃa una fuente danzante.
La oveja Lala fue a buscar a sus amigos, Galleto, el gallo, y Totejo, el conejo.
—Debemos hacer algo. La granja está en peligro —dijo Lala.
—Tengo un plan —dijo Galleto—. Pero necesitamos acercarnos a Braviño.
Los tres amigos se acercaron al prado donde Braviño se divertÃa haciendo volar las flores.
—¡Braviño! —llamó Totejo—. ¿Recuerdas cuando éramos jóvenes y jugábamos juntos?
Braviño detuvo su juego y miró a sus amigos de la infancia.
—Claro que lo recuerdo —respondió con una sonrisa nostálgica—. Pero, ¿a qué viene eso ahora?
—Entonces no necesitabas magia para divertirte—dijo Galleto, suavemente.
—Hace tiempo que me dejasteis de lado y ahora, por fin, me puedo divertir de nuevo —dijo Braviño—. ¡Dejadme tranquilo!
—Pero todos te queremos, Braviño —dijo Lala—. Podemos buscar otra forma de divertirnos sin hacer daño a nadie.
En ese instante, la magia de Braviño se descontroló y creó tornado que amenazaba con llevarse la granja.
—¡Ayuda! —gritó Braviño, asustado.
—Hay que ayudarlo —dijo Galleto—. Se ha emocionado y ha perdido el control de sus poderes.
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€”Tranquilo, amigo, estamos aquà para ayudarte —gritó Totejo, el conejo—. Concéntrate, estamos contigo.
Poco a poco, Braviño fue tranquilizándose, al ver que sus amigos estaban con él.
Tras unos minutos de tensión y miedo, el tornado se calmó, como Braviño.
—Lo siento mucho —dijo el toro.
Lala se acercó y apoyó contra el su cuerpo lanudo.
—Estamos contigo, Braviño. No sabÃamos que los estabas pasando tan mal.
Desde aquel dÃa Braviño usó sus nuevos poderes para ayudar en la granja. Ahora que todos saben que Braviño sufre y que quiere ayudar, todos son más amables con él. Y cuando le sale el temperamento y se pone a gruñir, todos le recuerdan lo mucho que lo quieren. Qué contento se pone entonces Braviño, porque, en el fondo, solo necesita cariño.