Carlos hacía muy poco que había terminado la universidad, y trabajaba como informático muy cerca de donde vivía. De pequeño Carlos había sido un niño consentido por demás y mimado. Sus padres lo complacían en todo lo que él quería, Carlos de pequeño tenía todos los juguetes que existían, de hecho, tenía hasta el mismo muñeco en distintos colores, o el mismo pero con tan solo un accesorio diferente que el primero.
A Carlos sus padres lo llevaban de paseo casi a diario, aunque tanto su madre como su padre trabajaban, se encargaban de tener el tiempo suficiente para llevarlo a comer afuera, tomar un batido en algún sitio, ir al cine, al teatro, a los juegos. En fin, los padres de Carlos no paraban de llevar al niño de paseo y comprarle cientos de juguetes todo el tiempo.
A medida que el pequeño iba creciendo esto se le fue haciendo un hábito y demandaba más de lo mismo a sus padres. Si alguna vez los padres de Carlos le decían de cenar en la casa, el niño decía que prefería hacerlo en su sitio favorito de hamburguesas del centro de la ciudad. Carlos creció creyendo que esto era algo normal.
El niño se hizo adolescente, y el adolescente adulto. Ahora Carlos vivía en otra ciudad distinta a la que había crecido, tenía un trabajo, rentaba un piso y se sustentaba a sí mismo.
Pero los hábitos del pasado aún estaban con él.
Carlos seguía con el mismo ritmo con el que vivía de pequeño, salía a comer a diario, se compraba todo en cuanto se le antojaba, ropa, móviles, ordenadores, smartwatches y perfumes importados. Muchas veces cambiaba de móvil tan solo porque había salido uno igual al suyo, pero con una pantalla con una pulgada más grande. Incluso una vez llego a comprarse dos pares de zapatos iguales para utilizar uno mientras el otro iba a la tintorería.
Sin embargo, el tiempo le fue mostrando a Carlos algo que de niño no veía. Las cosas que se compran tienen un precio en dinero, y ese dinero no es infinito, si él gastaba más que lo que ganaba en su trabajo, los problemas no tardarían en llegar.
Carlos comenzó a notar que su dinero se terminaba mucho antes de que el próximo salario llegase, así comenzó a usar tarjetas de crédito, préstamos en el banco y adelantos de dinero en su trabajo. Todo se había convertido en una bola de nieve, más gastaba, más se endeudaba.
De esta manera fue que Carlos empezó a preocuparse por su situación y hablo con su mejor amigo de toda la vida, Javier. Su amigo le dijo que, de niños, todos en la escuela pensaban que Carlos era rico por el modo que vivía, pero poco a poco fueron enterándose de que no era así. Los padres de Carlos vivían pidiendo dinero prestado en todo momento, y estaban siempre endeudados. Carlos, no tenía ni idea de esa situación. Continuando la conversación, Javier le dijo a Carlos que debía ser más prudente con su dinero y comprar solo lo que realmente necesitaba.
Después de esa charla con su amigo, Carlos comenzó poco a poco a cambiar sus hábitos. Primero vendió las cosas que no necesitaba y había comprado demás, con ese dinero pago gran parte de sus deudas. Luego comenzó a reducir sus gastos e incluso a salir menos a comer afuera y cocinar en casa. De hecho, descubrió que era un buen cocinero y disfrutaba mucho haciendo su propia comida.
Carlos pudo entender que en su niñez sus padres, seguramente con buena intención le habían mostrado un mundo irreal y sin límites, queriéndole dar lo mejor no le enseñaron a aprender el valor de las cosas y apreciar solo los bienes materiales. Pasado un tiempo Carlos empezó a sentirse muy a gusto con su nueva forma de ser, había aprendido a disfrutar no solamente de lo material, sino de todos los pequeños detalles de la vida.