Crispín, el paticorto
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Crispín, el paticorto

Edades:
A partir de 6 años
Crispín, el paticorto Crispín era un joven pastor que soñaba con viajar y conocer mundo montado en un caballo vestido de cowboy. Pero como tenía las piernas muy cortas, Crispín no podía cabalgar, pues no llegaba a los estribos. Lo cierto es que nunca lo había probado, ya que nunca había sido capaz de subirse a un caballo.

Pero Crispín no dejaba de soñar. Tal era su pasión que iba siempre vestido de cowboy, con su sombrero vaquero, su pañuelo al cuello y sus botas de montar. ¡Incluso llevaba una cuerda como la que usaban los vaqueros! Y de vez en cuando, si había alguien a quien contárselo, Crispín no dudaba en compartir su sueño con la gente.

-Jaja, mira el paticorto este, ahora quiere ser aventurero y recorrer el mundo a caballo -decía la gente que escuchaba a Crispín. Pero a él le daba igual.

-Algún día creceré y podré montar -decía Crispín para sí. Pero el tiempo pasaba y las piernas de Crispín seguían siendo muy cortas. Y cada vez se notaba más, pues crecía de todo lo demás, menos de las piernas. Así se le fue quedando el apodo de “el paticorto” y las burlas eran cada vez más humillantes.

-Mirad, ahí llega Crispín, el paticorto, dispuesto a comerse el mundo a lomos de su caballo… ¡su caballo de madera!

-Ahí se va Crispín, a ver si cena, pero con esos pasitos tan cortos que da lo mismo cuando llegue a casa ya ha amanecido.

A Crispín le costaba cada vez más sobreponerse a las burlas. Llevaba tiempo ahorrando para emprender ese viaje con el que soñaba, pero no sabía muy bien a quién pedir ayuda para solucionar el problema que tanto temía: subir al caballo y poder montarlo sin llegar a los estribos.

Un día, uno como tantos otros, un poco antes del amanecer, Crispín se disponía a preparar a las ovejas cuando descubrió que no había ninguna en el establo. Lo que sí pudo ver fue un caballo junto a la valla. Bruto, su perro pastor, ladró mirando al final del camino. A lo lejos, varios hombres estaban subiendo algo a un camión.

-¡Mis ovejas! -exclamó Crispín de repente-. Este caballo será de alguno de los ladrones, que habrá tenido que dejarlo aquí. ¡Vamos, Bruto, hay que recuperar a las ovejas!

Crispín empezó a correr, pero pronto recordó que no llegaría muy lejos. Entonces miró al caballo y tuvo una idea. Se acercó al caballo y acortó las tiras de los estribos haciendo un nudo. Le sobraba tanto cuero que le dio de sobra para reatarlo. Luego se alejó y corrió todo lo que pudo para encaramarse a la valla y de ahí dio un salto y se montó a lomos del caballo. Enganchó los pies a los estribos y el caballo empezó a trotar. Había visto suficienteCrispín, el paticortos veces cómo se hacía como para dominarlo, aunque era un poco más difícil de lo que parecía.

Cuando llegó hasta el camión Bruto ya tenía acorralados a dos de los ladrones. Crispín se bajó del caballo dando un salto y, usando la cuerda que siempre llevaba, ató a los ladrones a un poste. Luego llamó a la policía. Crispín recuperó a sus ovejas y se quedó con el caballo del ladrón, al que ahora monta como el mejor de los jinetes.

Todo el pueblo quedó maravillado de la hazaña de Crispín, y ya nadie se metió más con él, sino que empezaron a admirarlo por su tesón y su fuerza de voluntad. Al fin y al cabo, no nos definen nuestras limitaciones, por mucho que estas sean objeto de burlas y chanzas, sino nuestra capacidad para sobreponernos a ellas y trabajar para superarnos . Y es que no hay más límites que los que nos imponemos a nosotros mismos.
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