Un día, en la clase optativa de astronomía, los alumnos descubrieron algo espectacular. El profe les contó que, esa tarde cuando cayese el Sol, iban a poder asistir a una conjunción planetaria.
—¿Qué es, profe? ¿Qué es?— preguntó un chico ansioso.
—Mi padre dice que es la Estrella de Belén, la que ponemos en el portal todos los años por Navidad.
El profe, ante tanto revuelo, quiso sacar a la clase de dudas cuanto antes. Les contó que la leyenda decía que se le llama Estrella de Belén porque fue la que vieron los Tres Reyes Magos y la que les guio hasta donde había nacido Jesús, en Jerusalén.
— En realidad se trata del brillo que desprenden los dos planetas más grandes de nuestro sistema solar, Júpiter y Saturno— dijo el profe.
Les contó que su primer avistamiento había sido en 1623 y que se la conocía también como la “Gran Conjunción”.
—Es un evento que sucede aproximadamente cada 20 años, pero solo cada 400 es posible ver a los planetas aparentemente tan pegados— prosiguió.
Aunque en el aula había pocos prismáticos, los niños pudieron ver a los dos planetas claramente a simple vista. Solo tuvieron que mirar hacia el suroeste al atardecer, justo después de la última clase y antes de irse para casa. Sin embargo, cuando ya estaban recogiendo, el profe les dio una sorpresa. Había invitado a un amigo suyo que era astrónomo. Les sorprendió con un telescopio por el que todos los niños y niñas pudieron mirar y ver más claramente los dos planetas.
—Fijaos en el color para distinguirlos… Júpiter es amarillo pálido y Saturno anaranjado— les dijo el astrónomo.
—Muy cerca del lugar donde se pone el Sol veréis dos puntos luminosos pegados, casi uno encima del otro. Júpiter es el más brillante y está abajo y Saturno es el que veis arriba - dijo el profe para completar la explicación.
Justo después del atardecer, la clase pudo ver la espectacular conjunción de Júpiter y Saturno. El encuentro de los dos planetas coincidía con el solsticio de invierno en el hemisferio norte y con el comienzo del verano en el sur. Algún niño hasta alcanzó a observar los anillos de Saturno, las bandas de Júpiter y las principales lunas de los dos astros. Todo sin moverse del sitio.
—Aunque los veáis juntos, en realidad los dos planetas están a cientos de millones de kilómetros de distancia, aproximadamente cinco veces más que la distancia de la Tierra al Sol— explicó el astrónomo.
—Mientras que la Tierra tarda un año en dar la vuelta al Sol, Júpiter tarda 12 años y Saturno 30. Por eso es tan poco frecuente que podamos presenciar este encuentro.
La clase comprendió que los planetas se veían tan cerca porque estaban alineados con la Tierra en sus trayectorias alrededor del Sol.
—En general esa conjunción se produce cada 20 años, pero nunca se han visto tan cerquita— dijo el profe antes de indicar a otro niño que podía pasar a mirar a través del telescopio.