Omar había ido a visitar a su abuelo Pepe a la residencia de ancianos en la que vivía. A Omar le gustaban las historias de superhéroes que el abuelo le contaba, en las que salvaba a miles de personas de extrañas fuerzas del mal.
Omar sabía que todo era mentira, que solo eran historias de su abuelo para entretenerle. Hasta que un día ocurrió algo inesperado.
Eran las cuatro de la mañana de un sábado de primavera, y toda la ciudad dormía. Un resplandor enorme inundó el cielo durante dos segundos. Suficiente para que el abuelo Pepe despertara, se vistiera y saliera por la puerta trasera de la residencia.
Nada más levantarse, Omar se preparó para ir a ver a su abuelo, como todos los sábados. Pero cuando llegó, el abuelo Pepe no estaba. Nadie sabía nada de él. Estaban a punto de llamar a la policía cuando su abuelo apareció, entrando como si no hubiera pasado nada.
- Ven, Omar, tenemos que hablar. Es alto secreto -dijo el abuelo Pepe a su nieto, muy misterioso.
- ¿Dónde estabas abuelo? -le preguntó el niño.
- No importa -dijo. Algo terrible va a pasar. Tienes que hablar con tus padres y convencerlos para iros pronto de aquí. No sé si podré detener la invasión alienígena esta vez.
- ¿Otra vez con tus historias de invasiones extraterrestres, eh abuelo? -dijo el niño-. Mira, cuéntame las historias que quieras, pero no me digas que tengo que abandonar la ciudad. Eso no tiene gracia.
- ¿Crees que te miento? -preguntó el abuelo-. Lo he visto con mis propios ojos. Anoche me despertaron. Han venido a por mí. Estáis todos en peligro.
- ¿Quiénes? -preguntó Omar, incrédulo-. ¿Los alienígenas que intentaron acabar con todos los satélites de comunicación, o a los que impediste llevarse todo el agua potable de medio mundo?
- No es ninguna broma -dijo el abuelo-. Han esperado a que me haga mayor para vengarse.
Omar se estaba empezando a preocupar, así que decidió seguirle el hilo a su abuelo.
- Entonces, te ayudaré, abuelo -dijo el niño, decidido-. Llevo tus genes y todo el mundo dice que me parezco mucho a ti. Veamos a ver si he heredado también tu talento para ahuyentar amenazas extraterrestres.
El abuelo Pepe se sintió orgulloso de su nieto, y pensó que era una buena idea contar con su ayuda.
- Vamos, chaval -dijo el abuelo-. Tenemos trabajo. Están ocultos en el bosque.
Abuelo y nieto emprendieron el camino hacia el bosque. El abuelo Pepe llamó a los alienígenas en un extraño idioma, que no le sonaba a Omar a nada que hubiera oído hasta entonces.
A los pocos minutos, aparecieron por allí unos cuantos seres con formas parecidas a la humana, pero con diferencias importantes. Unos tenían tres ojos, otros cuatro piernas, otros cinco brazos, los había de color azul y de color verde, e incluso algunos tenían púas y pinchos en su cuerpo. Lo único que tenían todos en común es que se les veía muy viejos.
-
¿Qué habéis venido a hacer aquí? -preguntó el abuelo Pepe-. Todavía me quedan fuerzas para mandaros fuera de mi mundo.
- No hemos venido a hacer nada malo, Pepe -dijo uno de los alienígenas-. Necesitamos un lugar donde pasar nuestra vejez. Somos viejos, y hemos sido tan malos que ahora no nos quieren ni en nuestro propio mundo. Estamos arrepentidos. Pero nadie nos cree.
- ¿Y por qué tendría que creeros yo? -dijo el abuelo Pepe.
- Tú has demostrado siempre piedad. Danos una oportunidad. No te fallaremos -dijo el alienígena.
El abuelo Pepe miró a su nieto, que había permanecido quieto y en silencio.
- Está bien, no haré nada para deteneos -dijo el abuelo-.
Los alienígenas agradecieron el buen corazón del abuelo Pepe, y prometieron no causar problemas.
- ¿Por qué les ayudas, si fueron tan malvados? -preguntó Omar a su abuelo.
- Están arrepentidos, y no tienen a dónde ir -respondió el abuelo-. Todo el mundo merece una segunda oportunidad. El rencor solo trae violencia, pero el perdón ayuda a sembrar la paz.
- ¿Sabes abuelo? Realmente, eres un héroe.