El árbol de las ondas
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El árbol de las ondas

Edades:
A partir de 6 años
El árbol de las ondas Había una vez, en un bosque muy, muy antiguo, un árbol diferente a todos los demás. Se llamaba el Árbol Ondanillo, y tenía un secreto: podía atrapar las ondas de sonido y luz que viajaban por el aire y convertirlas en colores brillantes y melodías mágicas.

Un día, Tara entró en el bosque siguiendo un sonido especial. Era un "piu-piu" que parecía llamarla.

—¿Quién anda ahí? —preguntó Tara, mirando entre los árboles.

De repente, un pequeño ruiseñor azul saltó de una rama.

—¡Soy yo, Lino! —dijo el pájaro, inclinando su cabecita—. ¿Estás buscando algo?

—Sí —respondió Tara—. Oí una música rara y bonita.

Lino sonrió.

—Es el Árbol Ondanillo. Está justo allí, en el claro. ¡Ven, te lo mostraré!

Cuando llegaron al claro, Tara vio al Árbol Ondanillo. Era enorme, con un tronco plateado que brillaba bajo el sol y hojas que parecían cambiar de color con el viento. Al acercarse, Tara escuchó algo increíble: ¡el árbol estaba cantando!

—¡Oh! ¿De dónde viene esa música? —preguntó Tara.

—Son las ondas —explicó Lino—. Las ondas viajan por el aire, como cuando hablas o aplaudes. Este árbol las siente y las convierte en colores y sonidos mágicos.

Tara tocó el tronco con cuidado y, de repente, el árbol emitió un suave brillo dorado. Tara se rio.

—¡Parece que me está saludando!

Pero mientras jugaban, el cielo comenzó a nublarse. El viento sopló fuerte, y un trueno rugió en la distancia. Tara se encogió, abrazándose las rodillas.

—¡No me gustan los truenos! —dijo, temblando.

Lino voló hasta su hombro.


—No te preocupes, Tara. El Árbol Ondanillo puede ayudarte.
El trueno retumbó otra vez, y Tara vio cómo las ondas de sonido chocaban contra el Árbol Ondanillo. Las hojas se apagaron y el árbol dejó de cantar.

—¡El árbol está triste! —gritó Tara.

—Tiene miedo, igual que tú —dijo Lino—. Las ondas fuertes lo asustan.

—¿Qué puedo hacer?

—El Árbol Ondanillo necesita ondas bonitas para sentirse mejor. Usa tu voz. Cántale algo que le haga feliz.

Tara dudó. Nunca había cantado frente a nadie. Pero miró al árbol y recordó lo bonito que había sido cuando brillaba y cantaba.

Tomó aire y empezó a cantar una canción suave que su mamá le había enseñado.

—Duérmete, árbol, que ya pasó… la tormenta se va y vuelve el sol…

AEl árbol de las ondas medida que cantaba, las hojas del árbol comenzaron a brillar otra vez. El tronco plateado se iluminó y un arcoíris salió de sus ramas. Tara y Lino se rieron de alegría.

El Árbol Ondanillo volvió a cantar, y esta vez las notas eran más fuertes y hermosas que nunca.

—¡Lo has hecho! —gritó Lino, dando vueltas en el aire—. ¡Has transformado tu miedo en algo maravilloso!

Tara miró al Árbol Ondanillo con una gran sonrisa.

—Gracias, Árbol Ondanillo. Ahora entiendo que las ondas pueden ser mágicas, si las usamos con amor.

Desde ese día, Tara visitaba al árbol todos los días, cantándole y jugando con las ondas. El Árbol Ondanillo nunca volvió a apagarse, porque las canciones de Tara lo mantenían lleno de vida.

Y así, el bosque se convirtió en un lugar donde las ondas de luz y sonido bailaban juntas, recordando a todos que incluso los miedos pueden transformarse en algo hermoso.
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