El árbol solitario y la magia de la Navidad
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El árbol solitario y la magia de la Navidad

Edades:
A partir de 4 años
El árbol solitario y la magia de la Navidad Érase una vez un bosque lleno de árboles hermosos, altos y frondosos. Cada invierno, cuando la Navidad estaba cerca, los árboles se llenaban de luces y adornos que brillaban como pequeñas estrellas. Todos los árboles, grandes y pequeños, esperaban con ilusión el momento en que alguien llegara a decorarles.

Pero en un rincón del bosque, escondido y casi olvidado, había un árbol muy especial, al que todos llamaban el Árbol Solitario. Era pequeño y sus ramas no eran fuertes ni llenas de hojas como las de los otros árboles. Los inviernos pasaban, y el Árbol Solitario miraba cómo los demás se iluminaban, mientras él permanecía sin adornos, como si no fuera parte de la Navidad.

—Quizá es que no soy un buen árbol para decorar —pensaba, bajando sus ramas con tristeza.

Un día, los niños del pueblo que solían pasear por el bosque notaron al Árbol Solitario. Era invierno y todos los árboles brillaban... todos, menos él.

—Mirad —dijo Sofía, una niña de ojos curiosos—, ese árbol no tiene ningún adorno. ¿Por qué no está decorado como los otros?

Los demás niños se acercaron, miraron al Árbol Solitario y sintieron una pena enorme en sus corazones.

—Es tan bonito como los demás —dijo Tomás—, pero parece que él mismo no lo sabe.

Así que los niños decidieron hacer algo especial. Reunieron sus adornos, recogieron ramas y piñas del suelo, y hasta hicieron pequeños lazos con retazos de tela que llevaban en sus bolsillos. Con mucho cuidado y entre risas, empezaron a decorar al Árbol Solitario.

Cada adorno que colgaban parecía darle un brillo especial. Las ramas, antes caídas y tristes, comenzaron a elevarse, como si el árbol cobrara vida.

Cuando los demás árboles del bosque vieron lo que estaba sucediendo, sintieron una calidez en sus ramas, como si la magia navideña se expandiera desde el rincón del Árbol Solitario. Poco a poco, dejaron caer algunas de sus propias luces y adornos, como estrellas que caían suavemente hasta quedar colgadas en sus ramas.

El Árbol Solitario, que siempre había creído que no merecía brillar, se encontró envuelto en una luz cálida y hermosa. Los niños, felices, lo miraban con orgullo.

El árbol solitario y la magia de la Navidad—Ahora sí que es el árbol más especial del bosque —dijo Sofía, sonriendo.

—Y ahora también sabe que es parte de la Navidad —añadió Tomás.

Desde entonces, el Árbol Solitario nunca más volvió a sentirse solo. Cada Navidad, los niños volvían a decorarlo, y los demás árboles compartían sus adornos con él. Descubrieron que la Navidad era mucho más bonita cuando todos se sentían parte de ella, cuando nadie quedaba sin su luz.

Y así, en un rincón del bosque, el Árbol Solitario brillaba cada Navidad, recordando a todos que la verdadera magia de la Navidad es compartir y dar, sin dejar a nadie fuera.
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